Afortunadamente, todo cambió. En el PSOE se dieron cuenta por fin de que, aún a dos años de las elecciones generales, ya las habían perdido. Irremediablemente Rajoy sería el siguiente presidente del gobierno. Zapatero lo había hecho tan mal, tan rematada y podidamente mal, había mentido tanto y la había cagado tanto, que pensaron que sólo había podido hacerlo a posta y lo largaron creyendo que en realidad era un topo de Esperanza Aguirre. Encima, a los pocos meses se demostró que era verdad, y en el PP la echaron del partido, así que ella decidió formar el suyo propio de súper derechas, y por fin los curas, las monjitas de clausura y los nostálgicos tuvieron un partido propio al que regalar su voto.
Como decía, conscientes en el PSOE que de seguir así se iban a comer un mojón, decidieron presentar una opción viable. Se arriesgaron, se la jugaron, y trajeron como candidato a un político de verdad, de los de altura. A las elecciones del 2012 se presentó por el PSOE ni más ni menos que Joaquín Almunia.
En el PP se cagaron por las patitas para abajo, y ellos también se dieron cuenta de que evidentemente el pánfilo alfeñique de Rajoy no podía ganar, bajo ningún concepto, a un político de verdad. Así que se dijeron “de perdidos al río chumachos, hay que coger la sartén por el mango y el que no arriesga no gana, ¡yupi yie yie!” Y lograron presentar como candidato a Gregorio Peces-Barba.
El ganador se dedicó a hacer de España una democracia de verdad, cambió la ley electoral e hizo que todos los votos valieran lo mismo, consiguió que todos los españoles tuviésemos los mismos derechos y deberes independientemente del lugar donde viviéramos. Los ricos pagaban muchísimos más impuestos que los pobres, y empezaron a construirse hospitales, nuevas carreteras, puertos y vías de tren a punta pala. Consiguieron acabar con ETA por la vía legal, encerrando de por vida a los asesinos y admitiendo en la vía política a los separatistas que no tenían delitos de sangre. Incluso se hicieron elecciones independentistas años después en el País Vasco y Cataluña, que perdieron estrepitosamente. Además éramos un país respetado en el ámbito internacional, y gracias a nuestra mediación se consiguió el nacimiento del Estado Palestino y la independencia del Sáhara Occidental. Y el Rey Don Felipe, viendo que esto se había convertido en un país de verdad del que uno ya no sentía vergüenza y que por fin podía gobernarse sólo, abdicó y nació la República. Aunque le costó un disgusto en casa, porque su hija se ciscó en sus muertos.
Pero de repente las cosas empezaron a volverse extrañas… Yo aparecía en Oslo recibiendo el Nóbel de literatura, charlando con el ganador del de medicina (que había descubierto una pastilla para que a las mujeres no les doliera la cabeza), y encendía la televisión y aparecía la vicepresidenta Fernández de la Vega, y estaba mortal de buenísima. Y todos los condones me estaban pequeños, y un meteorito caía justo en la Facultad de Medicina de Cádiz, y un volcán entraba en erupción justo cuando todos los políticos de San Fernando lo estaban visitando, y aparecía un nuevo virus que mataba sólo a catedráticos, y Vito Corleone venía a pedirme un favor, y mi novia gastaba la 215 de sujetador… Y yo me agitaba, y me agitaba…
Y al final me desperté. Y me di cuenta de que sólo había sido un sueño. Y que probablemente el próximo candidato del PSOE sería uno de aquél grupúsculo, como Pepino Blanco, de la Vega (que ya no estaba tan buena), o alguno de esos. Y que el siguiente presidente del gobierno sería Rajoy irremediablemente… Y que yo había cenado demasiado y me había entrado una indigestión de fresas con nata.
Así que opté por cubrirme con la manta y esperar a que todo pasase. Pero eso nunca ocurrió, porque para algo estamos en España.
Como decía, conscientes en el PSOE que de seguir así se iban a comer un mojón, decidieron presentar una opción viable. Se arriesgaron, se la jugaron, y trajeron como candidato a un político de verdad, de los de altura. A las elecciones del 2012 se presentó por el PSOE ni más ni menos que Joaquín Almunia.
En el PP se cagaron por las patitas para abajo, y ellos también se dieron cuenta de que evidentemente el pánfilo alfeñique de Rajoy no podía ganar, bajo ningún concepto, a un político de verdad. Así que se dijeron “de perdidos al río chumachos, hay que coger la sartén por el mango y el que no arriesga no gana, ¡yupi yie yie!” Y lograron presentar como candidato a Gregorio Peces-Barba.
El ganador se dedicó a hacer de España una democracia de verdad, cambió la ley electoral e hizo que todos los votos valieran lo mismo, consiguió que todos los españoles tuviésemos los mismos derechos y deberes independientemente del lugar donde viviéramos. Los ricos pagaban muchísimos más impuestos que los pobres, y empezaron a construirse hospitales, nuevas carreteras, puertos y vías de tren a punta pala. Consiguieron acabar con ETA por la vía legal, encerrando de por vida a los asesinos y admitiendo en la vía política a los separatistas que no tenían delitos de sangre. Incluso se hicieron elecciones independentistas años después en el País Vasco y Cataluña, que perdieron estrepitosamente. Además éramos un país respetado en el ámbito internacional, y gracias a nuestra mediación se consiguió el nacimiento del Estado Palestino y la independencia del Sáhara Occidental. Y el Rey Don Felipe, viendo que esto se había convertido en un país de verdad del que uno ya no sentía vergüenza y que por fin podía gobernarse sólo, abdicó y nació la República. Aunque le costó un disgusto en casa, porque su hija se ciscó en sus muertos.
Pero de repente las cosas empezaron a volverse extrañas… Yo aparecía en Oslo recibiendo el Nóbel de literatura, charlando con el ganador del de medicina (que había descubierto una pastilla para que a las mujeres no les doliera la cabeza), y encendía la televisión y aparecía la vicepresidenta Fernández de la Vega, y estaba mortal de buenísima. Y todos los condones me estaban pequeños, y un meteorito caía justo en la Facultad de Medicina de Cádiz, y un volcán entraba en erupción justo cuando todos los políticos de San Fernando lo estaban visitando, y aparecía un nuevo virus que mataba sólo a catedráticos, y Vito Corleone venía a pedirme un favor, y mi novia gastaba la 215 de sujetador… Y yo me agitaba, y me agitaba…
Y al final me desperté. Y me di cuenta de que sólo había sido un sueño. Y que probablemente el próximo candidato del PSOE sería uno de aquél grupúsculo, como Pepino Blanco, de la Vega (que ya no estaba tan buena), o alguno de esos. Y que el siguiente presidente del gobierno sería Rajoy irremediablemente… Y que yo había cenado demasiado y me había entrado una indigestión de fresas con nata.
Así que opté por cubrirme con la manta y esperar a que todo pasase. Pero eso nunca ocurrió, porque para algo estamos en España.