Mi lengua persigue
unas palabras
que se cagan en mi lengua
arrepentida
y perdida de mierda.
Mis manos persiguen
unas palabras
que se escurren de mis manos
desconocidas
y mojadas de placer.
Mi cabeza inventa
unas palabras
que disculpen a mi cabeza
pisoteada
por una excusa.
Mas el consuelo
enjuga las palabras
que mis ojos gritan.
Cualquier consuelo vale,
incluso haber dado
la batalla por perdida.
P.D: Un poemilla, no más.
"... y al doblar una esquina, encontró su vida tirada en un charco que
apestaba a amoniaco. Aquello era un callejón sin entrada."
martes, 16 de octubre de 2012
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