La susodicha amada de Arturo era desdichada y enana. Estaba siempre de mal humor y se sentía muy sola porque mientras su rey estaba todo el día prosperando y admirando la felicidad de sus cortesanos, ella se pasaba la vida en casa haciendo punto de cruz y viendo tele-basura. Se aburría mientras se apagaba su amor. Pasaba demasiado tiempo correctamente, sin cambios, adecuadamente. La rutina y la desocupación iban cubriendo de niebla el brillo su mirada día tras día. Normal que buscara vivir una aventura fuera del matrimonio.
···
Su esposo había perdido todo el morbo (dinero), su pasión (notoriedad) se iba apagando y hacía mucho que no llegaba a casa con un ramo de flores (pata de jamón).
Había vendido su futuro por una estupidez. Toda una vida dedicada a hacer feliz a los niños de todo el mundo tirada al traste por unas aspiraciones megalómanas.
Ella necesitaba estabilidad. Necesitaba un hombre que le brindara sus fuertes brazos y su franca mirada.
Por eso no podía seguir así. Era incapaz de despertar cada mañana en la misma cuadra que el centauro que la había llevado a la ruina. Ella era mitad moza joven, mitad yegua vigorosa. Estaba en su mejor momento y no tenía intención de perder lo que le quedaba de vida con los errores de su Manolo.
Hasta ahí habían llegado.
···
Él no tenía la culpa de ser el orco rubiales de 1’80 más guapo que había en el mundo. Ya desde pequeño se lo había dicho su madre.
A todo eso había que añadirle sus formas de caballero y que era muy detallista. A su nueva esposa no la ponía en un pedestal pero por el simple hecho de que si la ponía allí arriba a cuatro patas significaría que había muerto de muerte natural; si la ponía a tres, por heridas de guerra; a dos patas, en el campo de batalla, y ella estaba vivita y coleando.
Había encontrado al amor de su vida. Ella era la mujer perfecta con la que formar una familia. Serían muy felices ellos dos junto al hijo que tuvo él con su anterior pareja.
¡Ay, su anterior pareja! El amor prohibido, la clandestinidad y el susurro de la noche.
Cuando conoció a aquella pequeña criatura desvalida y vulnerable se enterneció su corazón (en detrimento de otras zonas). Parecía tan frágil que apenas se atrevió a mirarla a los ojos mientras se acercaba a la barra por miedo a que se rompiera.
Pidió algo de beber fuerte y sofisticado para impresionarla, pero no hacía falta. En el momento en que apareció delante de sus ojos, ella quedó prendada de sus aires chulescos y su galantería.
Todo sucedió muy deprisa. Las miradas, las sonrisas y los besos. A partir de entonces comenzaron una nocturna relación a hurtadillas. Para él no era algo novedoso. Al fin y al cabo era un amante del amor a escondidas.
Pero aquello era especial. Era amor por amor, porque sí, no por el morbo de lo prohibido, sino como razón de ser para vivir.
Se veían a menudo. Quedaban para verse en posición horizontal, vertical e incluso oblicua. Todo cambió cuando ella lo dejó embarazado y se marchó para siempre. De vuelta a su palacio lo abandonó su reina.
P.D: Me ha quedado como muy periodista del corazón.
"El exceso de información puede producir efectos idénticos a la falta de ropa"
martes, 21 de julio de 2009
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Espero el final redondo de tu mundo de orcos (los hay hasta guapos), reyes y princesas!
ResponderEliminar¿Qué será de Arturito?
Me encantan las aclaraciones entre paréntesis.
ResponderEliminarSe van aclaran, se van aclarando, aunque muy poco a poco. Me sigue gustando el tono. ¿Para cuando la resolución? Porque todavía da para muchos giros...
ResponderEliminarPues no sé si habrá resolución como tal. Lo que sé es que solamente tengo escrito un texto más (parecido a éste) en el que termino de aclarar culebrones, etc.
ResponderEliminarNo sé si continuaré la saga o lo dejaré ahí. De momento no estoy muy seguro de poder continuarla. El tema es que, aunque es cierto que tengo varias ideas en el tintero, las historias de los protagonistas empezarían a diverger cuando lo verdaderamente importante Realidades Perpendicualres es que se crucen (en 90º).
Supongo que me dedicaré a escribir otros textos (tengo un par en mente) y en el futuro se verá.
Lo que está claro es que de aquí a unos días pondré uno más.