¿Alcanzaría una solución? Encontrábase en un callejón. Míseramente se topó con las antípodas de lo que conocía como sabiduría.
¡Cuán difíciles son las féminas!
Pécoras histéricas, magníficas e ilógicas, pretendían la demostración de que de él hacían lo que querían. Convertían la razón en una sátira y el espíritu en una pragmática táctica contra lo económico y los escrúpulos.
Se sentía imbécil. Se creía a sí un inútil por ser víctima de las hipocresías coléricas de una indígena del país de la pasión.
Al país de la prisión más recóndita lo llevó, arrebatándole su ánima, provocándole escándalo y manifestándose su tiranía impúdica.
-¡Poséeme! -gritó.
Sería estéril su propósito de oposición mas como intención tenía su única protección. Plantó su rebeldía y obstinación. No quería la rendición fácil. Entendía la pasión como una drástica conflagración donde una concesión es una pérdida y una coalición es pleitesía.
-¡¡Conságrame con tu vástago de vándalo!! –aulló.
Su débil corazón le exigía un espectáculo de húmedos y fanáticos ósculos que serían víspera de una cópula orgásmica. Su fría y flemática lógica le requería precaución. Una concesión rápida en demasía sería sinónimo de la pérdida de su auténtico “Yo” y de su ordenación.
Además, en la sacristía. Con el mesías observándola con pía devoción, perdonándoles con resignación sus equívocos éticos y la sinrazón.
-Hágame idónea de sanción. Consígame una mítica excomunión.
Y lo convenció. El hábito no envolvió más al estúpido que yació con el mismísimo Satán a míseros centímetros del púlpito. Venció en él la condición del efímero mamífero. Perdió el septentrión en su brújula y sucedió. Al término, sucedió. Arremetió como un energúmeno que perdió la razón, casi colérico asía lo ilícito. Sentía liberación eléctrica por su anatomía. Perdió también los escrúpulos y la observación que ejercía el benjamín varón del Altísimo, provocábale excitación.
-¡Más, más! –exigía.
Por último parecía más un hipódromo que un prostíbulo. Como paréntesis y acotación, destacaré que lo hacía con corrección burlándose de lo que cabía por pronóstico.
Situación esperpéntica la que acontecía. Un clérigo que desvirtúa una sacristía con una mancebía. Un presbítero lunático, quizás esquizofrénico. Excéntrico, maniático, insólito. Prácticamente diabólico.
Necesitaría un psicólogo y no sé cuántos más médicos.
En más de una ocasión se derramó la raíz y el núcleo. Pecó cual Onán. Se perpetró la cicatería de la fruición.
Sentía una balsámica mejoría, pero también se sentía tristísimo. Como un auténtico y ridículo engreído presenció cómo unos cánticos que provenían del tártaro le ponían un canapé próximo a Belcebú. En la perpetuación, sería un súbdito de Mefistófeles.
Por más fruslería y por más nadería, a la sazón, escribí esta tontería por información. Que la túnica ya crió algún níscalo y algún champiñón. El eclesiástico murió y sólo quedó un lúbrico y pornográfico patán.
A su atención. Adiós.
P.D: No me tildéis de pedante (era obligatorio que lo dijera).
"¿El Avecrem transmite la gripe del pollo?"
jueves, 5 de marzo de 2009
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Más tildes, más. Creo que acabas de inventar un recurso literario. Genio loco.
ResponderEliminarPara de ridiculizarnos xD
ResponderEliminarE-N-F-E-R-M-Ó
ResponderEliminarGenial jeje
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