Mentían, como todos. Todos mentían. Siempre. Lo difícil de ser detective es que todos mienten. Todo comienza con un crimen abominable y una mentira. Llámalo instinto de supervivencia, llámalo treta, cobardía o mezquindad, pero todos acaban mintiendo. De todas formas la experiencia me ha demostrado que el principio de Hanlon es mucho más certero de lo que parece a simple vista.
Puedo entender a un asesino. Todos hemos tenido el impulso de coger una pistola, cerrar los ojos y acabar con todo. Puedo entender al que pega una paliza porque ha llegado a su límite. Entiendo al que roba, entiendo al que trafica y entiendo la corrupción del poderoso. Lo que no entenderé jamás es la mentira. Ocultarse y huir es algo comprensible, pero mentir cuando te han cogido, amigo, eso nunca lo entenderé porque es negarse a sí mismo, es negar la propia conducta, la propia identidad. Mentir es el nihilismo de la propia vida.
La historia de siempre: un crimen de máxima crueldad y varios sospechosos.
El sujeto número uno dice que ese día estaba enfermo y creo que dice la verdad, puesto que nadie lo vio rondando por el lugar del crimen. No descarto su autoría, pero para explicar su culpabilidad harían falta muchas peripecias y una casuística algo enrevesada. No soy partidario de ello, las explicaciones sencillas suelen ser más plausibles. La navaja de Ockham me ampara, aunque no me convence del todo.
El hedor de este antro me asfixia. Es un olor de supuesta esterilidad que me pone los vellos de punta.
El sujeto número dos asegura que estaba en el baño. He contrastado esa información con las autoridades y de hecho las mismas autoridades aseguran haberlo acompañado al servicio.
Tanto ruido no me deja pensar, el escándalo va a volverme loco.
El sujeto número tres llora. Está encogida , cabizbaja, tapándose con las manos la cara, respirando de forma convulsiva, ahogando el llanto. Repite una y otra vez que no fue ella. No tengo motivos para no creerla, salvo mi propia desconfianza.
Fuera, el viento juega con los árboles. Estaría mejor allí, corriendo libre. Mucho mejor que encerrado en estas cuatro paredes.
Por último, el sujeto número cuatro se ríe por los nervios. Balbucea, no sé lo que dice, nadie lo sabe, él no lo sabe, no se le entiende una mierda. Sus ojos desorbitados saltan de un lado a otro, como si se electrocutaran en cada punto en el que se posan.
Y puedo llegar a entender los peores crímenes imaginables (Hanlon se equivoca en este caso), pero no entiendo la mentira.
El misterio está resuelto. Yo puedo ser un niño de seis años, puedo ser un pedante y un inmoral, pero no soy imbécil. El sujeto número tres, con sus lágrimas de cocodrilo y sus manos en la cara solamente puede estar ocultando que ella y sólo ella había decidido comerse el lápiz de cera color carne. Miserable...
P.D: Este no me gusta tanto como el anterior, pero no está mal.
"A veces no se me ocurren frases chulas para poner detrás de los textos"
sábado, 17 de julio de 2010
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Sí, bueno, supongo que tenéis razón. Sobre todo el segundo y el tercero. Al cuarto se le ha ido la cabeza.
ResponderEliminar¿Quién es el cuarto?
ResponderEliminarPor cierto, ¿el plastidecor se lo comió entero?
¿No le dan de comer en su casa al chiquillo?