La puerta se había cerrado con él dentro por última vez. Había sido una tarde movida en el Quirinale, todo había llegado a su fin y la sensación era extraña, extraña por novedosa. Si no se conociera a sí mismo como se conocía hubiera dicho que se trataba de un ataque de conciencia. Raro.
De repente sonó el teléfono de su despacho y le expulsó de sus pensamientos, que podían haber sido eternos. El 078 del número que llamaba le indicaba quién era. Su vía de escape, la persona que le concedía el reseteo que ya había necesitado en situaciones similares. El arma para la huida, que esta vez necesitaba más que nunca entre sus manos. Sin embargo descolgó el aparato y volvió a concentrarse en saber qué era aquello que le rondaba, esa sensación de vacuidad que le había atacado sin ningún precedente y que le llevaba por dos vías antagónicas, la del conocimiento y la de la evasión.
Y sin saber cómo, recordó putas humilladas, fondos malversados, familias muertas de hambre, vagabundos dormitando en cajeros, bufones esclavos, mañanas de resaca, tardes de resaca, noches de resaca, mentira tras mentira tras mentira, populismo y crudeza, colegas con tanto en común, y tantas cosas más de las que jamás se había arrepentido. Que quizá arrepentimiento tampoco era la palabra que definiera con exactitud lo que sentía, pero esa palabra, fuera cuál fuese, le había rondado espontanea y continuadamente mientras conectaba con aquella sensación de desasosiego.
Se levantó, cerró el pestillo de la tan característica puerta de caoba y se dirigió lentamente de nuevo hacia su silla, buscando un porqué. Y lo encontró, poder. Poder y autoridad, la base y la adrenalina que le hacía levantarse cada mañana al lado de su(s) mujer(es), y que aquel día había perdido, no por su dimisión inducida, sino por aquella actitud tan inhóspita en él que le había llegado directa desde el vacío, desde el último marcado portazo que había dado su secretaria una hora antes, y que tan lejos recordaba en el tiempo.
Mientras se tocaba su cabellera artificial con la mano derecha abrió el cajón de su mesa presidencial con la izquierda, y supo aquello que tantas veces había negado en sus círculos más allegados, que al final todos los putos hombres eran iguales. Calañas corruptibles por el poder.
sábado, 12 de noviembre de 2011
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Ya te comentaré cuando... eso.
ResponderEliminarBuah, no soy nadie ante las andanzas de este señor.
ResponderEliminarY puede que tengas razón, que todo fuera por el poder aunque en todo momento diera la sensación de ser por la concupiscencia. ¡Qué pena que se nos vaya!
Pues no está nada mal escrito, pa lo llorón que has estado últimamente.
ResponderEliminarY el hijo de puta este encima se irá contento, porque los italianos no son los que lo han hechado.
En verdad descorchó una botella y pensó: que me quiten lo bailao.
ResponderEliminarMuy bien escrito, compadre.
http://forgifs.com/gallery/d/194091-1/Silvio-Berlusconi-pervert.gif
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