La democracia consiste en hacer lo que la mayoría diga. Es una frase que escucho mucho últimamente. Lamento no compartir esa opinión. Para mí, corríjanme si me equivoco, Democracia, puesta así en mayúsculas, significa en esencia que el poder reside en el pueblo. Que todos elegimos y nadie elige por nosotros. Democracia significa, además e inherentemente, justicia, conocimiento, igualdad y libertad. Significa que todo el mundo tiene derecho a decir su opinión, que todos contamos, que todos valemos lo mismo. Significa cosas muy complejas, como que todos tenemos derechos y deberes, y estos no se los puede pasar por alto nadie. Ni siquiera las mayorías. Así que, en mi humilde opinión, a todos los que se les llena la boca con “democracia significa hacer lo que la mayoría diga” son unos lerdos y unos imbéciles. Hijos de la ignorancia y victimas –o verdugos, según- de la demagogia. Y además de todas esas cosas, Democracia significa que asegurando la libertad, la igualdad, los derechos y los deberes de absolutamente todo el mundo, decidimos entre todos, y que debe buscarse el consenso. Y cuando se toma una decisión, y se cumplan los requisitos, se cumple la opción que elija la mayoría.
Para que estas elecciones sean justas y válidas en una Democracia, y no en la reverenda mierda que tenemos en España, deben estar representadas todas las opciones a elegir. Esto es: opción A, opción B, opción X, no me gusta ninguna de las opciones propuestas y protesto, paso de todo. Y en un sistema democrático verdadero, estas candidaturas se ven representas respectivamente en: voto a la opción A, voto a la opción B, voto a la opción X, voto en blanco, me abstengo. Incluyendo, además, el modo “la he liado votando”, que son los votos nulos o erróneos. De esa forma, al ciudadano que en unas elecciones no apuesta por ninguna de las opciones porque no se ve representado, no le gustan, o las considera a todas igual de malas, puede ejercer su a la vez derecho y deber democrático vertiendo un “voto en blanco”, que tácitamente significa “no me gusta ninguna de las opciones, con mi aprobación no contáis, mancha de cabrones”.
Los más sabios políticos de la Historia mundial, empezando por los griegos, han ido diseñando este sistema. Y como resulta que es el “menos injusto de todos los sistemas”, o aquel cuya corrupción es la menos injusta de las corrupciones –esta es mía, me la apunto- es el que perdura y se cumple en el mundo ilustrado, civilizado y avanzado. Países como Francia, Alemania o Noruega. Países donde, por cierto, la palabra “progresista” no es usada como insulto. Nótense dos ausencias en mi lista, como son EEUU y España. El primero, desde mi punto de vista, no cumple el requisito del pluralismo, pues no me creo que lo más conveniente a la hora de elegir sea que sólo existan dos opciones. Esto es discutible y puede ser fuente de profundo debate tratándose de un país tan grande y del cargo que se elige –Presidente de una República de 50 estados -, pero aún así, ideológicamente no es lo adecuado. Dos, y sólo dos opciones no pueden contener por definición ningún tipo de pluralismo democrático. La polarización viene a las pilas, para los humanos que las cosas sólo sean blancas o negras suele dar como resultado un potencial muy negativo. Nótese el chiste friki-científico.
La segunda ausencia a remarcar es el puticlub de carretera de la democracia europea, Aspaña. Este, por no cumplir, no cumple casi ningún principio de la lista de la democracia ideológica con la que empecé el texto. Acaso el de que cada cuatro años todos los ciudadanos podemos ir a votar. Eso sí, lo que nos dejan. El tema del pluralismo lo llevamos algo mejor que los de Obama. La posibilidad al menos la tenemos. Que prácticamente no se lleve a cabo es culpa a medias de un sistema injusto, a medias de la población española, y esto incluye tanto a las cabritas acomodaticias como a la clase política burda e incompetente. Porque si que es verdad que aunque el sistema es muy mejorable, a ver de quien va a ser la culpa de que IU tenga ahora mismo dos escaños en el congreso si no suya y de su ex secretario general. Único político en activo, por cierto, con tres profesiones: político, médico y payaso.
Pero volvamos al tema del voto y sus opciones, que es lo que yo venía a patalear. Yo, afortunadísimamente y por fin, tengo la suerte de verme política e ideológicamente representado. Llegan las elecciones, voy al colegio electoral, cojo el voto de mi opción y lo vierto en la urna. Y así podemos hacer todos los que nos vemos representados, sea la opción que sea: de derechas –estos son los que más complicado lo tienen debido a la casa de putas que es el PP, gracias a los cuales vale lo mismo el voto de ultracatólicos, neoconservadores, liberalistas y moderados inteligentes- o de izquierdas, fascistas, de muy de izquierdas, centristas, liberales, nacionalistas, antitaurinos, vegetarianos… Todos podemos dar nuestro voto y expresar nuestra opinión –otra cosa es que no todas las opiniones valen lo mismo- y allá cada uno con su ideología, su meditación y sus errores. Suerte que tenemos.
¿Pero que pasa si no nos satisfacen las opciones presentadas? Pues que tendremos que aprender a poner cara de tonto. Yo hasta hace muy poco pertenecía a este grupo, así que me solidarizo con ellos. Pongamos que alguien hace uso de su capacidad de razonamiento y ejerce la democracia activa. Se pone a pensar a quien va a votar y de repente deduce que son todos igual de malos. No le gusta nada de lo que le proponen ni que se rían de él, así que va al colegio electoral y pregunta que en esta democracia, como se protesta. No se protesta, es la respuesta. Porque resulta que el voto en blanco, o es sumado al voto de la mayoría –fíjense como pasa de significar “no me gusta ninguna de las opciones” a “yo lo que diga la gente”- o no es computado. Cuando lo más justo es que exista una opción de castigo y desencanto. Lo ideal es que estos votos se computen exactamente igual que el resto, que sean lo que simbolizan, una protesta, y que incluso se traduzca, llegado el caso, en escaños vacíos en el parlamente. Huecos vacíos sin voz para aquellos a los que no les gusta lo que dicen los otros. Pero no. No significa nada. No vale nada. Esa impotencia, esa falta de voz, esa afonía democrática a la que nos obligan, se traduce en desidia. Aquellos que no quieren dar su voto a nadie se ven obligados a abstenerse. A utilizar el mismo método que imbéciles, irresponsables y terroristas. Cuando además resulta que este parámetro, el de la abstención, es el único que parece valorarse y preocupa a los políticos. El único que consigue hacerlos quedar como la mierda que son. Valga como ejemplo el Estatuto de Andalucía, aprobado con el 87% de votos favorables… de un 36% de toda la población andaluza que fue a votar.
Hay quien dice que para protestar debe usarse el voto nulo. Pues yo no lo veo así. Siempre hay un porcentaje de errores que se cuelan, de “nulos” que precisamente por no válidos no deben contar. El descontento si debe contarse y tenerse en cuenta. Menos mal que poco a poco van surgiendo métodos y los que se sienten estafados van encontrando métodos para poder quejarse. El otro día para descubrí un partido político, Ciudadanos en Blanco, cuyo programa consiste única y exclusivamente en eso. Se comprometen a dejar vacíos los escaños que consigan. Cosas como esa le reconcilian a uno con Pericles. A ver si algún día para protestar contra lo mal que se lleva una democracia se puede usar un método que no sea el más antidemocrático posible. Ojalá algún día resulte que Saramago, más que un genio, es un visionario.
{Vaaaale... Perdón por el ladrillo...}
Para que estas elecciones sean justas y válidas en una Democracia, y no en la reverenda mierda que tenemos en España, deben estar representadas todas las opciones a elegir. Esto es: opción A, opción B, opción X, no me gusta ninguna de las opciones propuestas y protesto, paso de todo. Y en un sistema democrático verdadero, estas candidaturas se ven representas respectivamente en: voto a la opción A, voto a la opción B, voto a la opción X, voto en blanco, me abstengo. Incluyendo, además, el modo “la he liado votando”, que son los votos nulos o erróneos. De esa forma, al ciudadano que en unas elecciones no apuesta por ninguna de las opciones porque no se ve representado, no le gustan, o las considera a todas igual de malas, puede ejercer su a la vez derecho y deber democrático vertiendo un “voto en blanco”, que tácitamente significa “no me gusta ninguna de las opciones, con mi aprobación no contáis, mancha de cabrones”.
Los más sabios políticos de la Historia mundial, empezando por los griegos, han ido diseñando este sistema. Y como resulta que es el “menos injusto de todos los sistemas”, o aquel cuya corrupción es la menos injusta de las corrupciones –esta es mía, me la apunto- es el que perdura y se cumple en el mundo ilustrado, civilizado y avanzado. Países como Francia, Alemania o Noruega. Países donde, por cierto, la palabra “progresista” no es usada como insulto. Nótense dos ausencias en mi lista, como son EEUU y España. El primero, desde mi punto de vista, no cumple el requisito del pluralismo, pues no me creo que lo más conveniente a la hora de elegir sea que sólo existan dos opciones. Esto es discutible y puede ser fuente de profundo debate tratándose de un país tan grande y del cargo que se elige –Presidente de una República de 50 estados -, pero aún así, ideológicamente no es lo adecuado. Dos, y sólo dos opciones no pueden contener por definición ningún tipo de pluralismo democrático. La polarización viene a las pilas, para los humanos que las cosas sólo sean blancas o negras suele dar como resultado un potencial muy negativo. Nótese el chiste friki-científico.
La segunda ausencia a remarcar es el puticlub de carretera de la democracia europea, Aspaña. Este, por no cumplir, no cumple casi ningún principio de la lista de la democracia ideológica con la que empecé el texto. Acaso el de que cada cuatro años todos los ciudadanos podemos ir a votar. Eso sí, lo que nos dejan. El tema del pluralismo lo llevamos algo mejor que los de Obama. La posibilidad al menos la tenemos. Que prácticamente no se lleve a cabo es culpa a medias de un sistema injusto, a medias de la población española, y esto incluye tanto a las cabritas acomodaticias como a la clase política burda e incompetente. Porque si que es verdad que aunque el sistema es muy mejorable, a ver de quien va a ser la culpa de que IU tenga ahora mismo dos escaños en el congreso si no suya y de su ex secretario general. Único político en activo, por cierto, con tres profesiones: político, médico y payaso.
Pero volvamos al tema del voto y sus opciones, que es lo que yo venía a patalear. Yo, afortunadísimamente y por fin, tengo la suerte de verme política e ideológicamente representado. Llegan las elecciones, voy al colegio electoral, cojo el voto de mi opción y lo vierto en la urna. Y así podemos hacer todos los que nos vemos representados, sea la opción que sea: de derechas –estos son los que más complicado lo tienen debido a la casa de putas que es el PP, gracias a los cuales vale lo mismo el voto de ultracatólicos, neoconservadores, liberalistas y moderados inteligentes- o de izquierdas, fascistas, de muy de izquierdas, centristas, liberales, nacionalistas, antitaurinos, vegetarianos… Todos podemos dar nuestro voto y expresar nuestra opinión –otra cosa es que no todas las opiniones valen lo mismo- y allá cada uno con su ideología, su meditación y sus errores. Suerte que tenemos.
¿Pero que pasa si no nos satisfacen las opciones presentadas? Pues que tendremos que aprender a poner cara de tonto. Yo hasta hace muy poco pertenecía a este grupo, así que me solidarizo con ellos. Pongamos que alguien hace uso de su capacidad de razonamiento y ejerce la democracia activa. Se pone a pensar a quien va a votar y de repente deduce que son todos igual de malos. No le gusta nada de lo que le proponen ni que se rían de él, así que va al colegio electoral y pregunta que en esta democracia, como se protesta. No se protesta, es la respuesta. Porque resulta que el voto en blanco, o es sumado al voto de la mayoría –fíjense como pasa de significar “no me gusta ninguna de las opciones” a “yo lo que diga la gente”- o no es computado. Cuando lo más justo es que exista una opción de castigo y desencanto. Lo ideal es que estos votos se computen exactamente igual que el resto, que sean lo que simbolizan, una protesta, y que incluso se traduzca, llegado el caso, en escaños vacíos en el parlamente. Huecos vacíos sin voz para aquellos a los que no les gusta lo que dicen los otros. Pero no. No significa nada. No vale nada. Esa impotencia, esa falta de voz, esa afonía democrática a la que nos obligan, se traduce en desidia. Aquellos que no quieren dar su voto a nadie se ven obligados a abstenerse. A utilizar el mismo método que imbéciles, irresponsables y terroristas. Cuando además resulta que este parámetro, el de la abstención, es el único que parece valorarse y preocupa a los políticos. El único que consigue hacerlos quedar como la mierda que son. Valga como ejemplo el Estatuto de Andalucía, aprobado con el 87% de votos favorables… de un 36% de toda la población andaluza que fue a votar.
Hay quien dice que para protestar debe usarse el voto nulo. Pues yo no lo veo así. Siempre hay un porcentaje de errores que se cuelan, de “nulos” que precisamente por no válidos no deben contar. El descontento si debe contarse y tenerse en cuenta. Menos mal que poco a poco van surgiendo métodos y los que se sienten estafados van encontrando métodos para poder quejarse. El otro día para descubrí un partido político, Ciudadanos en Blanco, cuyo programa consiste única y exclusivamente en eso. Se comprometen a dejar vacíos los escaños que consigan. Cosas como esa le reconcilian a uno con Pericles. A ver si algún día para protestar contra lo mal que se lleva una democracia se puede usar un método que no sea el más antidemocrático posible. Ojalá algún día resulte que Saramago, más que un genio, es un visionario.
{Vaaaale... Perdón por el ladrillo...}
Estoy de acuerdo contigo, podría ser una de las soluciones para paliar los niveles de abstención de nuestro país.
ResponderEliminarPD: Un pequeño detalle, en EEUU no sólo existen dos opciones ideológicas, bueno sí como formaciones, pero cabe la opción de la presentación por libre de cualquier candidato en los caucus. Aunque bien es cierto que este sistema es inverosímil que sea una alternativa seria a los dos partidos mayoritarios.
Ciertamente ya me comentaste eso un día, pero no lo he tenido en cuenta, es demasiado inverosimil. En cualquier caso, ahí queda el apunte.
ResponderEliminarTe has quedado vació por dentro Pedrín! Asco de política en España... nada más que decir
ResponderEliminarPor cierto, el primer párrafo de definición de Democracia, bien valdría para contestar en nuestro campus virtual a más de uno XD
ResponderEliminarSi se me cita, puede usarse mi texto con fines propagandísticos xD xD Gracias por el coment!!
ResponderEliminarde vuelta a vuestro blog!!:P
ResponderEliminarme a gustao eso del partido del escaño en blanco!!! no lo sabía!
Eso de que los votos en blanco son sumados al voto de la mayoría es una gran falacia.
ResponderEliminarEs una gran falacia afirmar que en España los votos en blanco van para la mayoría, es cierto.
ResponderEliminarAfortunadamente yo no he cometido el error de afirmar tal cosa. He dicho que es injusto que los votos en blanco se sumen a la mayoría o no sean computados porque así pierden todo su valor. Y eso es así porque los votos en blanco pueden ser tratados de distintas maneras según el desarrollo del sistema democrático de cada país. En España, no son computados. En otros paises como Argentina, son sumados a la mayoría. Y en otros, como Urugay, son sumados "en contra" de la mayoría.