A pesar de ser un apasionado supremo de todos los deportes y tener información a raudales que compartir, sé que es un tema un poco restringido y no del agrado de la mayoría de gente. Sin embargo, la gesta que voy a contar hoy no está exclusivamente relacionada con la competición. Es principalmente una referencia histórica, un momento cumbre en el S.XX en lo referido a la crítica social, una reivindicación racial y una de las protestas más bellas que puedan ser recordadas. La historia de Tommie "Jet" Smith, un héroe.
Thomas Smith nació en Clarksville, Texas en 1944. Familia de doce hermanos, su padre se dedicaba al cultivo de algodón para un capataz blanco que los mantenía en esclavitud. Sólo a partir de que Tommie cumpliera seis años, y debido al traslado de la familia a California, los Smith empezaron a cobrar (cifras pequeñas obviamente) por su trabajo, aún así seguían perteneciendo al gremio de los esclavizados. Fue en California donde el séptimo hijo de esta familia empezó a tomar contacto tanto con el atletismo, como con los movimientos activistas en contra del racismo. Pasó su época universitaria al ritmo de los duros entrenamientos y de las reuniones mantenidas por medio de las OPHR (Proyecto olímpico para los derechos humanos), liderado éste por un sociólogo con ideas Malcomnianas,Henry Edwards. Éstas se expandían por toda la nación, y nuestro otro protagonista (compañero de pruebas de Tommie) John Carlos, también asistía a estos encuentros.
"Jet" (llamado así por las facilidad que tenía para despegar en los últimos metros) avanzó en relación a su enorme potencial, y antes de llegar a los JJOO de 1968 era de los mejores velocistas del mundo. Pero este mencionado año le cambió la vida.
Eran tiempos de revuelta social en América, el asesinato el 4 de Abril de Martin Luther King fue el detonante de la explosión execrativa contra los prejuicios raciales. Épocas de protestas contra la Guerra de Vietnam, y de los primeros movimientos sociales estudiantiles en EEUU. Los Juegos Olímpicos de México notaron este hecho, diversos atletas americanos de color suspendieron sucintamente su presencia en los mismos, deportistas afectados con la causa como el baloncestista Lew Alcindor (posteriormente Kareem Abdul-Jabbar) decidieron, sin la menor de las dudas, renunciar a la participación.
Ni Jet Smith ni John Carlos decidieron tomar parte del boicot, sin embargo, tenían preparada una protesta aún más efectiva y dinámica. Anteriormente, atletas como Jessie Owens habían plantado cara al nazismo en la propia Berlín, en lo que eran los juegos preparados por Hitler para convencer al mundo entero de la superioridad aria, pero nada comparable a lo acaecido aquel 16 de Octubre de 1968.
La carrera fue limpia, Carlos partía como favorito en los 200, en los Trials que antecedían a los Juegos había vencido a Smith con plusmarca mundial. Entraba en los últimos 100 metros con una ventaja que debía bastarle, pero Jet demostró sus enormes aptitudes y sobrepasó fugazmente a John. Éste, desfondado, también se vio superado por el australiano Peter Norman. Smith entró en meta con una marca de 19.83, primera vez que se bajaba de 20 segundos.
Habían conseguido su propósito, el propósito realizado en una pista menos deportivo que jamás se había hecho. Tanto Smith como Carlos podían efectuar esa conjura con la que tanto habían soñado, y por si fuera poco, se vieron acompañados solidariamente por el australiano medalla de plata, que se colocó una pegatina en contra de la discriminación racial en la solapa. Los dos estadounidenses se enfundaron un guante negro, Smith en la derecha y Carlos en la izquierda, y salieron al podio sin zapatos, con unos altos calcetines negros totalmente extendidos (símbolo de pobreza) y la misma pegatina que lucía Norman. Sus cuellos se veían rodeados por un pañuelo negro.
Ante la primera nota de su himno nacional alzaron el brazo poseído por el guante y agacharon sus cabezas, la protesta se estaba consumando. La escena se emite en directo en todo el mundo, la grada transmite un ruido ensordecedor, chillidos racistas toman el estadio, y los tres atletas tienen que retirarse escoltados debido a la agresividad del ambiente. El presidente del COI, Avery Brundage, encoleriza en la grada. En una decisión inmediata decide expulsar a los dos atletas de la Villa Olímpica y despojarles de la presea limpiamente obtenida.
Sus vidas a partir de aquel entonces cambian radicalmente. Sus amistades se alejan por el miedo, pierden el derecho a seguir compitiendo, reciben a diario multitud de amenazas de muerte, sus familias quedan en el paro. La mujer de Smith pide el divorcio, y lo que es peor, la de Carlos (que fue la persona que compró los guantes objetos de la protesta) no puede aguantar la presión y decide acabar con su vida. Tommie Smith, plusmarquista mundial y medalla de oro olímpica, tiene que subsistir lavando coches por tres míseros dólares al día. Ningún organismo actuó en su defensa.
Afortunadamente, el tiempo pasó, con la adaptación social y el fin (lamentablemente, nunca total) de la discriminación Smith fue contratado como entrenador para una universidad del estado de Georgia. Hoy en día la foto del podio olímpico preside su despacho por donde pasan miles de jóvenes atletas. Éstos suelen preguntarle a Smith si es él el de la instantánea, él afirma siempre con tranquilidad.
"Ese gesto destruyó mi vida, pero ayudó a construir mi patria".
miércoles, 14 de enero de 2009
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Se me han puesto los vellos de punta. Lo juro.
ResponderEliminarGracias Paf, la verdad es que es una historia increíble.
ResponderEliminarPD: Te voy a mandar la invitación para que puedas unirte como contribuyente.
Lo más "curioso" es que, por lo que veo en tu texto, al HAMIJO australiano que participó también en la protesta no le pasó nada después por el gesto... Gran gesta y gran artículo Curro, felicidades.
ResponderEliminarSupongo que el hecho de que su gesto no fuese ni premeditado ni completo, y que Australia era un país sin abundante discriminación racial afectó para que no tuviese problemas tras haberlo realizado
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