Me encontraba hace tres días leyendo nocturnamente, como de costumbre. En este caso Los Detectives Salvajes de mi HAMIJO Roberto Bolaño (MUY recomendable, aunque ese es otro tema), cuando uno de sus capítulos, los cuales están dividos en múltiples testimonios, concretamente el de Jacobo Urenda (es información complementaria) me hizo recordar una foto sobre la que me había informado hace ya tiempo, y que tenía detrás una historia personal y espeluznante, la de Kevin Carter.
Kevin Carter fue un fotógrafo sudafricano, y blanco, que dicho sea de paso no es un detalle nimio en este contexto, nacido en 1960. Pasó su infancia en el momento cumbre del apartheid. Probablemente influenciado por este aspecto, decidió dedicar su vida al mundo del periodismo. Las décadas que transcurrieron durante su labor, 80 y 90, estuvieron marcadas por un gran cambio histórico en su país, en 1989 tras la toma de poder en el gobierno de Frederik de Klerk en sustitución de Pieter Botha, se promulgó la abolición definitiva de los privilegios raciales, la liberación de Mandela tras 27 años de prisión fue la prueba definitiva de la revolución.
Sin embargo, nada en la vida de Carter fue diferente, pasó de retratar cruentas imágenes de militantes que intentaban solucionar la situación del país en ataques contra las fuerzas públicas, y que acababan siendo encarcelados o asesinados, a ser también testigo, con la liberación, de miles de matanzas producidas por insurrentes fuerzas anárquicas, en contra del proyecto democrática que se estaba forjando. Él se encontraba al margen de todo lo acontecido, su trabajo era monótono, aparecía siempre puntual por los campos de muerte, con su Nikon, y era testigo de innumerables masacres.
Comentaba John Carlin (otro famoso reportero de guerra), que para dedicarse a ese duro mundo, había que colocarse una coraza imaginaria, una barrera situada frontalmente entre el fótografo, la cámara y el resto del mundo. Tenían que actuar fríamente, y en consonancia al realismo que vivían día tras día, debían apartar la compasión para que no les jugara un mal momento durante sus acciones. Sus vidas al margen de las cámaras, paradójicamente, eran alocadas, un frenesí acompañado por todo tipos de drogas y pocas horas de sueño.
Hasta que llegó el día, Carter se encontraba en unas curiosas "vacaciones", concretamente en Sudán. Y vio lo que quizá nunca debió ver. Una niña agoniza solitariamente, probablemente el hambre le vence poco a poco, y un carroñero observa fehacientemente la situación, con expectación. Carter se mantiene inmóvil, durante un eterno periplo de 20 minutos toma miles de fotografías de la imagen, esperando tal vez que el buitre extienda sus alas dándole más impacto a la imagen. Actúa como siempre lo ha hecho, al margen, todo el gremio reportero sabe que es la forma de colaborar en ayuda de la pacificación, en aras de protesta y divulgación.
La instantánea se mundializa, y el fotógrafo gana el Pulitzer en 1994. Sin embargo, su entorno y el resto del mundo no entiende la situación. Miles de preguntas le llegan a diario, ¿qué fue de la niña?, ¿la ayudó posteriormente?", "¿por qué no actuó desde que la encontró?. Realmente él no necesitaba contestar, no creía que su comportamiento fuese negativo moralmente hablando, creía en su particular solución, la del fotógrafo, pero por otra parte, la presión le estaba afectando. Sólo sus HAMIJOS del gremio le entendían, en particular su fiel compañero Ken Oosterbroek.
Semanas después de ésto, Oosterbroek moría en un tiroteo en Tokoza (Sudáfrica). Carter veía como su único apoyo perecía, las críticas seguían llegándole y no pudo soportar la pérdida. En el verano de 1994, junto a un riachuelo en un paisaje de su país natal, decidió acabar con su sufrimiento inhalando monóxido de carbono en su viejo coche
sábado, 10 de enero de 2009
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Ponle título HAMIJO
ResponderEliminarYa conocía esta historia y la verdad es que me cuesta creérmela. No sabe una qué pensar.
ResponderEliminar¿Debería haber ayudado a esa criatura? Pues quizás, pero, aunque parezca mentira, no entra dentro de la ética de su trabajo.
¿Debe entonces convertirse en un frío profesional? Es perder la condición de humano, descorazonarse ante una situación tan insoportable y despachar la foto como un frutero despacha peras conferencia.
Y ahí acabó su carrera y su vida. Es tan increíble que debe ser verdad.
La verdad es que la foto es digna de ser aplicada como ejercicio en una clase de ética.
ResponderEliminarY me sorprende que por fin haya alguien que sepa entender la actuación de Carter, y más teniendo en cuenta a lo que esgrimía para justificar tal comportamiento
PD: Qué gran alegría da que nos comenten, y más cuando no se trate de imposiciones por motivos de amistad.
Entender que no es ético es fácil, e incluso comprender los motivos de que no lo sea (prestar asistencia a alguien en concreto puede ser un agravio con respecto a las demás personas y te posiciona en un bando en medio de una guerra que no te incumbe, además de que puede llegar a tocar psicológicamente al propio fotógrafo, etc). Lo que pone el pie en la pared del entendimiento es que una persona pueda respetar esa ética.
ResponderEliminarEs verdaderamente una foto desgarrador con una historia desgarradora.
Me conmueve.
Lo que no se tiene en cuenta es un detalle importante, y es que el fotógrafo sí ayudó a la niña, sólo que lo hizo tras esperar un tiempo para obtener la imagen que buscaba. Es decir, puede que su actuación fuera entendible desde la facilidad y desde la ética, incluso puede que él jamás se hubiera creado esa disyuntiva sino hubiese sido porque la gente no llegaba a entender su posición en contra de lo que él pensaba.
ResponderEliminarRealmente no sabemos si se suicidó debido a que cree que actuó o debido a que no entendía que los demás creyesen que actuó mal.
"Realmente no sabemos si se suicidó a que cree que actuó *mal*..etc.
ResponderEliminarNo sabía que si ayudó a la niña. Creía que hizo la foto, se fue, y nunca más se supo. ¿Se suicidó al pensar que había actuado mal? No se... la incoprensión hace más que el arrepentimiento a veces...
ResponderEliminarRealmente se necesita mucha sangre fría para realizar un trabajo como el de fotografiar una realidad tan cruel que conmocione a los países en los que es impensable este tipo de atrocidades a la vuelta de la esquina...pero como este ejemplo podemos encontrar tantos que a una se le ponen los pelos de punta. Mi pregunta es...¿puede ser suficiente el reconocimiento del Pulitzer sabiendo que estas realidades seguirán siendo solo instantáneas para los países del norte? La humanidad está perdida...se tendría que poder hacer mucho más que una fotografía.
ResponderEliminarGracias por tu visita y respectivo comentario HAMIJA de Pedro! (Mery no?). Estoy totalmente de acuerdo contigo a que desde luego es poca empresa solo fotografiar en vez de ayudar, pero a lo que yo me refería anteriormente es que esto no es responsabilidad del fotógrafo en sí. Que no hizo más que ceñirse a sus funciones y actuar con conocimiento, y parece que el Pulitzer desde luego no le fue suficiente teniendo en cuenta que se suicidó.
ResponderEliminarTe da que pensar bastante esta historia, deja en el entredicho lo paradigmático entre la ética o moral y la profesionalidad, y si señores me refiero tan fríamente a la profesionalidad porque este tipo de cuestiones morales nos pasarán en un futuro(no tanto como en este caso), a cada medico a cada abogado(si dios quiere será en el caso de curro yo y demás hamijos)y de verdad es necesario que se le mortifique y avasalle por haber cumplido su cometido profesional? es que quizás seremos mejores que el en un futro próximo? o de verdad nos guiaremos por lo que nos hemos preparado para toda la vida y será lo que nos dé de comer diariamente, yo personalmente por mas que reflexiono sobre este tema lo tengo cada día mas claro el mundo esta enfermo y la critica siempre esta en punta de lengua y si te dejas llevar por la "correcta moral" no consigues tus objetivos y si no lo haces eres un autentico demonio por eso mismo pienso que carter no incurrió en una mala acción simplemente hizo su trabajo
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