domingo, 11 de marzo de 2012

El carricoche

Aquel mozalbete tenía un carricoche de lata que, a pesar de tener una rueda oblonga, parecía cumplir la mar de bien su función. Se pasaba horas y horas sentado en el suelo dándole pa'lante y pa'trás al juguete, haciendo el ruido de un potentísimo motor con la boca, fingiendo derrapes e imaginando peligrosas persecuciones en las que a veces era él quien se fugaba y a veces era el implacable policía que detenía a un forajido.
Lo que el inocente muchacho no sabía era que el cochecito era defectuoso. Alguien durante el proceso de fabricación cometió el garrafal error de colocarle del revés el sistema de referencia, así que cuando el chaval jugaba y creía mover el coche, en realidad éste se quedaba inmóvil y lo que se movía era el resto del mundo. Nadie sabe cuántos vasos derramó aquel cochecito, cuántos cuadros torció y cuántos enderezó, a cuantos artistas les dio la perspectiva que buscaban de lo que fuera que pensaban inmortalizar o cuántas frioleras aves tuvieron accidentes in itinere yendo de migración con otros pájaros que habían visto cómo se trastocaban sus itinerarios. Los árboles se vieron dando volteretas, el capitalismo se cayó boca arriba y tenía los bracitos tan cortos y la barriga tan gorda que no podía levantarse, las nubes comenzaron un frenético y nervioso bailoteo porque no encontraban un lugar tranquilo para descargar.
Todo estaba revuelto y comenzaba a funcionar de forma extraña. Fue así que las balas empezaron a atacar a las pistolas, los mineros empezaron a colocar piedras preciosas bajo tierra, los cuadernos le devolvían la tinta a los bolígrafos que dejaban palabras sin escribir, las ideas empezaron a volar en el viento porque no tenían palabras que las sujetaran, las musas famélicas y mareadas vomitaban hacia dentro todo lo que no se les ocurría.
El planeta entero parecía haberse vuelto loco. Miles de científicos empezaron a buscar las causas de tales desajustes que estaban a pique de llevar la civilización a pique. Con unos avanzados sistemas de detección y unos carísimos dispositivos de localización vía satélite encontraron el foco de todo aquel desastre. Rápidamente, un equipo de fuerzas especiales se dispuso a quitarle al niño su juguete para que un grupo de especialistas le reajustara el sistema de referencia. Y así fue, aunque también es cierto que le dejaron la rueda aovada.


P.D: Por poner un algo.

"El primer paso es conseguir sustituir el '¡Hostia!, ¡¿qué hora es?!' por el 'Uy, ¿y qué hora será?'"

7 comentarios:

  1. "Las musas famélicas y mareadas vomitaban hacia dentro todo lo que no se les ocurría". Magia XD

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  2. Me has quitado las ganas de comprarle a mi hipotético hijo un carricoche.

    Textazo, no hay mucho más que decir.

    Un abrazo, primo.

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  3. Enamorado de este texto.

    Hermosísimo.

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  4. Muy bonito. El tipo de relato queme gusta a mí.

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  5. Muy bonito. El tipo de relato queme gusta a mí.

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