lunes, 29 de abril de 2013

El Diluvio de Deucalión y otros plagios

Últimamente me ha dado por la Historia y mitología griega. No sé si por puro pedanterío o porque supongo que porque ya no hay mitos como los de antes. El caso es que leyendo "Los mitos griegos", de Robert Graves, me he topado con éste que por lo curioso del asunto me ha parecido interesante compartir. Allá va.

El diluvio de Deucalión fue causado por la ira de Zeus contra los impíos hijos de Licaón, antiguo rey de Arcadia, y los habitantes de Licosura, famosos por su maldad, su insolencia y su impiedad. Las noticias de sus crímenes llegaron al Olimpo y el propio Zeus los visitó, disfrazado de viajero pobre, para alojarse en su palacio y conocer su hospitalidad. Ciertos augurios hicieron sospechar a los licaonidas de la divinidad de huesped, así que decidieron ponerlo a prueba.  Tuvieron la desverguenza de ofrecerle sopa de menudos, asesinando antes a su hermano menor Níctimo para mezclar sus vísceras con los menudos de oveja y cabra. Zeus no se dejó engañar, y apartando la mesa de un golpe, los convirtió a todos en lobos, excepto a Níctimo, a quien devolvió la vida.
A su regreso al Olimpo, Zeus, asqueado, soltó un gran diluvio sobre la tierra, con la intención de acabar con toda la raza humana y dar por finalizada la Edad de Bronce del hombre; pero Deucalión, rey de Ptía, advertido por su padre, el titán Prometeo, construyó un arca, la avitualló, y disponiendo en ella de todo lo necesario, subió a bordo junto a su mujer, Pirra. Entonces sopló el Viento del Sur, cayó la lluvia, y los ríos corrieron con estruendo hacia el mar que creció a una velocidad asombrosa y se llevó todas las ciudades de las costas, de las riberas y de los llanos, hasta que por fin el mundo entero quedó sumergido, con excepción de unas cuantas cimas de montañas, y parecía que todas las criaturas mortales hubieran perecido salvo Deucalión y Pirra. El arca estuvo flotando durante unos nueve días, hasta que por fin las aguas se calmaron, y se detuvo en el monte Párnaso.
Al desembarcar, ofrecieron un sacrificio al padre Zeus, y bajaron a rezar al altar de Temis, junto al río Cefiso. Suplicaron humildemente que se renovara la humanidad, y Zeus, que oía sus voces en la distancia, conmovido por su bondad y generosidad envió a Hermes a asegurarles que cualquier petición que hicieran se les otorgaría sin tardanza. Tras esto, para responder a sus plegarias, Temis se les apareció en persona, diciendo:
- ¡Cubrid vuestras cabezas y arrojad hacia atrás los huesos de vuestra madre!
Puesto que Deucalión y Pirra tenían distintas madres, ambas muertas ya, decidieron que la titánide se estaba refiriendo a la Madre Tierra, cuyos huesos eran las rocas que yacían en la orilla del río. Así pues, agachándose con las cabezas cubiertas, recogieron las rocas y las tiraron por encima del hombro. Estas se convirtieron en hombres o en mujeres, según si estas las hubieran recogido Deucalión o Pirra.
Sin embargo, Deucalión y Pirra resultaron no ser los únicos supervivientes del Diluvio, pues Megaro, un hijo de Zeus, se había levantado de su lecho al oír unas grullas que le ordenaban subir a la cima del monte Gerania, lugar que se salvó de las aguas. Del mismo modo, los habitantes de Parnaso se despertaron al oír los aullidos de unos lobos y los siguieron hasta la cumbre de una montaña. A la nueva ciudad le pusieron por nombre Licorea, en recuerdo de los lobos. Así pues, el Diluvio no sirvió de mucho, pues algunos de los parnasianos emigraron con el tiempo a Arcadia, y revivieron las abominaciones de Licaón.
Este Deucalión se convirtió así en padre de Oresteo, rey de los locrios de Ozolia (...). Otro de sus hijos fue Anfictión, que hospedó a Dionisio y fue el primero en mezclar el vino con agua. Pero su hijo mayor y el más famoso fue Hélen, padre de todos los griegos.

martes, 16 de abril de 2013

Os presento a Malaluna

Por hablar, hablemos mal de alguien:
Malaluna era el suspiro de los suspiros,
el remordimiento de un verdugo mal pagado,
un hígado malcriado y falto de cariño.
Todos los miedos conocían a Malaluna,
el estallido de una bala era su apellido
y un folio arrugado, su foto de familia.
Malaluna era una lengua besando un filo.

Malaluna pescaba nubes con la napia
y por las entretelas se las remetía
igualito que si fuera un puto peluche.
El viento deseaba sentir su canina fría
y el deseo quería que Malaluna abandonara.
Malaluna siempre fue pura hipocresía
porque nunca estuvo de buena mañana
y a to cristo le daba los buenos días.

Los escupitajos que tiraba eran versos
con significado y color de brea pura,
Malaluna jamás rimó entre sí dos palabras
ni relacionó una imagen con una figura.
Nunca se le cayó la sonrisa ácida
porque el cabrón cínico de Malaluna
sabía que todas las vidas son iguales
pero la suya era más fea que ninguna.


P.D: Malaluna, el blog fantasma. Blog fantasma, Malaluna.


"... y me caigo (yo es que soy mucho de caer) como se caen los alfileres a los patinillos."



lunes, 8 de abril de 2013

Esparto y banqueta

Días de esparto,
besos de banqueta.
La sonrisa de un balanceo
vive una pena
morena y sola como la una,
morena como la luna,
fría,
frígida,
destruida
y segura,
como una muerte segura.
Días de banqueta,
besos de esparto.
El silencio de una caída
protesta a un cuello
que llora una respuesta
sorprendente, muda,
fría,
ambigua,
indiferente
y segura,
como una muerte segura.
Dias sin besos...
esparto y banqueta.


P.D: Es evidente que esto no va aquí, pero me parece de pura coherencia reflejar en ANSARLOGÍA, aunque sólo sea un poco, mi estado. Pa la posteridad y eso.

"Que no estoy muerto, que estoy de cuerda floja."

viernes, 5 de abril de 2013

Escarches y lo miserable que es uno

Voy a hacer una confesión de esas que relatan las partes más oscuras del alma de uno que reservaba para cuando publicara mis memorias, o mi carrera editorial necesitara de un artículo polémico que me diera popularidad. Al hilo de una escena relatada por Enric González dándole vueltas al tema de los escarches y su relación con el terrorismo nacionalista vascomusulmán he caído yo también en el asunto. Él la nombra de refilón, para ilustrar el tema principal, pero a mí me ha recordado bastantes reflexiones y sombras morales mías previas. La primera vez que la vi fue ficcionada en la ultra-mega-magistral-must serie Hermanos de Sangre (Band of brothers), que narra el frente europeo de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Ya avanzada la temporada, cuando allá por Holanda y tal, el ejército estadounidense va liberando pueblos de la ocupación nazi (¿SPOILER?). Posteriormente la he vuelto a ver en artículos, libros, y mucho más explícitamente, en documentales. Y al final, siempre acabo pensando lo mismo. En el fondo (o más bien superficialmente), me acabo dando bastante asquito a mí mismo. Pero qué se le va a hacer.

No, la cosa no va de judíos. Es el rapado y exhibición pública subidas a un camión de las vecinas que habían estado congraciando y follando con los nazis en la ocupación belga, holandesa y francesa. Éstas, en su mayoría jóvenes y agraciadas, bien por amor o por puro instinto de supervivencia, y como ya he comentado elegantemente, se follaban al enemigo. Voluntariamente, no forzadas. Que eso es otra historia. Al enemigo que en la misma ocupación de su ciudad (no un enemigo abstracto, propagandístico), saqueaba, explotaba, humillaba y asesinaba a sus vecinos y destrozaba sus edificios y sus calles. Cuando los Aliados llegaban y liberaban las ciudades, los supervivientes, resabiaos ellos, les daban el mencionado paseillo. Y ya en la calle los hombres les pegaban, los niños les escupían y las amas de casa les tiraban fruta podrida. Les perseguían, les gritaban, atacaban sus casas, les insultaban, las marcaban. Esta moda se inició en los Países Bajos y fue avanzando con la línea del frente hasta Francia. Y paradojas de la Historia, era una situación análoga a la que realizaban de forma espontánea los vecinos rusos, bielorrusos e ucranianos en sus respectivas liberaciones con sus respectivas concubinas germanófilas. Cosas de la condición humana, me imagino. 

Eso está mal, y es un mal absoluto. Lo veo y lo sé. Reconozco en las imágenes el rencor, el odio, la venganza, la humillación. Todo muy desmedido. Son almas humanas vomitando una bilis negra y ponzoñosa que sólo empeora la injusticia que pretende arreglar. Y sin embargo, no me dan ninguna pena esas zorras. Lo siento en el alma, pero no. Lástima sí, claro. Pero no me sale un yo muy digno de mis adentros que les gritara a la plebe enfurecida no tíos no, no hagáis eso, que también son seres humanos y merecen sus dignidad. Será empatía. Por la plebe, digo, no por las muchachas. Pero no. Y lo escribo ahora, lo releo y me encojo de hombros. Lo único que estoy haciendo es confesarme sin un ápice de propósito de enmienda. Como comentario sociológico, nada más. Así que ahorraos la moralina, porque es que no puedo asegurar, por mucho que yo sepa que está mal, que de vivir yo allí no disfrutaría rapando y escupiendo yo mismo a cualquiera de esas putas. Será que no tengo yo una moralidad a prueba de bombas (quizá ni acaso de petardos), que la propaganda me ha calado hasta los huesos, que tengo una visión muy depurada de lo que es una guerra y la humanidad o que de esta última no tengo ninguna. Y quiero creer, seguramente porque me veo obligado a ello, que de haber ostentado algún tipo de cargo de autoridad en tal situación habría hecho algo por detenerlo. General, comandante, alcalde o algo así. Más por defender unos principios universales en los que se supone que creo que por sincera piedad. Pero como no, como hubiera sido un manolo más, hubiera disfrutado dándole yo mismo el primer guantazo. Igual aquí la pregunta definitiva es si hay odios legítimos, porque que el odio habla es una evidencia. Yo para ciertas preguntas no tengo respuestas. Pero tengo intuiciones, y a falta de algo mejor son las que dejo que me guíen.  Así que hoy vuelvo a ver una nueva versión de dichas imágenes, que al final es una historia más vieja que las piedras, y me quedo igual. Lo dicho. No me dan ninguna pena esas zorras.