miércoles, 23 de junio de 2010

Un iberista consecuente

La gente normal lee un gran libro, y después, por su culpa, tiende a hacerse preguntas trascendentales, de esas que lo reconducen a uno. Él tendía a hacerse preguntas trascendentales, y después, por su culpa, escribía grandes libros. De esos que lo reconducen a uno. Yo lo admiraba bastante. Y lo admiro aún, de hecho. Porque el olvido es la muerte, pero no al revés.

La verdad es que ideológicamente, coincidíamos en poco. Él siempre se declaró comunista de corazón, y ateo practicante. Pero últimamente estoy cogiendo la manía de intentar renunciar a mi ideosincrasia española y trato de admirar al que se lo merece, por encima de que sea de los míos o no. Creo que a él, eso le hubiera gustado. Que nos olvidásemos de quienes son los nuestros, porque probablemente ninguno lo sea. O lo sean todos, más bien. Lo cierto es que, este hombre, revolucionó la literatura moderna. Quizá sea un poco presuntuoso decir eso, pero yo llevo leyendo desde los cinco años, y cuando me topé el primer libro suyo, era la primera vez que veía algo así. Y su revolución fue querer hacer las cosas simples, reducir la narrativa a su más sencilla expresión. Así escribió novelas enteras usando sólo minúsculas, mayúsculas, tildes, comas y puntos. Sin guiones, sin exclamaciones, sin interrogaciones. Y era tan genial, que ni siquiera necesitaba nombrar a sus personajes para que supiéramos de quién estaba hablando. Porque él era así, un jodido genio. Un tío que imaginó cómo sería el mundo si de repente, en alguna ciudad, todos sus habitantes decidieran espontáneamente abrir los ojos y votar en blanco. O cómo serían los evangelios, si lo hubiese escrito el hijo de Dios. O qué pasaría si de repende un día, todos perdiéramos la vista, o la muerte dejara de hacer su trabajo. Y lo hizo con ironía, con tranquilidad, con una lucidez cruel.

Tuvo muchos enemigos, aquí, en su patria, y en todos lados. Fijénse hasta que punto eran poderosas su pluma y su genio, que el Vaticano no esperó ni un día tras conocer su muerte para atacarlo sin piedad, con un cadáver aún caliente, de tanto que tendrían dentro. Es curioso eso. Se ve que los rojos y ateos no tienen alma. O al menos, no merecen que nadie vele por ellas. Pero si tuvo tantos enemigos, fue porser un hombre honesto. Que decía siempre lo que pensaba, como lo pensaba, sin dejarse llevar por la oportunidad del momento. Por eso tuvo que autoexiliarse de su país, sus artículos se censuraron en Italia, o continuó defiendo aquí a un juez contra viento y marea en un momento en que todo el mundo pedía su cabeza. Entre otras cosas, fue un Iberista implacable. Un hombre que decía amar por igual a España y a Portugal, que creía posible y deseaba la unión de ambos países en una entidad única, cómo la que realemente él creía que es. Quizá por eso nos dejó este año, precisamente, y no otro, cuando podía haber aguantado alguno más. Para que los dos mejores escritores que andaban posados sobre la faz de la península se fueran al mismo tiempo. Porque él era así. Un tío consecuente.


martes, 22 de junio de 2010

Pues una de las primeras veces que no sé que título poner, oiga...

Nada más despuntar el sol,
antes de empezar la jornada,
cada soldado guarda su posición,
cada vida defiende su plaza,
cada enfermo yace en su cama,
antes de que comience el baile
de batas blancas y pijamas.
Cerrada la puerta de cada habitación
solitario, diáfano el pasillo de la planta.
Hace acto de presentación
como cada día, la Parca con su guadaña.
Ella es, en el limbo aséptico,
la presencia más humana.
Acude como en cada alba al Control,
a jugar su partida de cartas
con los mismos soldados, en cada jugada,
se aparta tranquila en un rincón
con los de los pijamas y las batas blancas,
Sobre el tapete verde, reparte la baraja.
Salen los naipes, termina y se levanta,
mientras recoge lo que es suyo y lo guarda.
"No, a éste no, a este no te lo lleves".
La muerte mira serena a los ojos,
concede tranquila "Vendré a por él mañana".
"Lo mismo no", responden los otros,
los que juegan con ella cada jornada
mirándose a la cara mientra reparte las cartas,
los soldados valientes que la respetan,
los de los pijamas y las batas blancas.

PD: Bah, total, pa lo que había que decir...

domingo, 20 de junio de 2010

Caligrama (I).




P.D: No pongo imagen, que con una ya hay.

"La entropía ya no es lo que era"

viernes, 18 de junio de 2010

Concurso de micro-relatos (IV)

Como quería encontrar a alguien con quien estar y era demasiado tímido para entablar una conversación cara a cara, pensó en poner un anuncio en el periódico.
Al principio escribió "Chico de 22 años, alto, complexión media, pelo castaño, ojos verdes, busca chica de edad similar para relación estable". Claro que si alguien quería conocerlo, debería hacerlo por cómo era, no por ser un "alto y de complexión media con los ojos verdes".
Así pues cambió su mensaje: "Chico de 22 años busca chica de edad similar para relación estable". Lo que sucede es que ni siquiera le parecía relevante su edad, ni la edad de la otra persona.
Entonces quedó en que "Chico busca chica para relación estable". La cosa pintaba bien, no obstante, tampoco le parecía que ponerle barreras a la gente fuera justo. ¿Por qué "relación estable"? Él solamente quería conocer a alguien, charlar, entablar una relación... no tenía que ser una "relación estable".
Cambió a "Chico busca chica para algo". Pero, bueno, ni si quiera el sexo era una traba para él. Está claro que era un chico, pero antes que eso era una persona; y, sí, buscaba a una chica, pero no quería que algo tan efímero como una desavenencia entre los cromosomas X e Y estropera tal lance.
La cosa estaba en que "Busco a alguien". Aunque quién quita que no fuera "alguien", sino muchos "algunos".
"Busco", decía su anuncio definitivo. Y era un anuncio aparentemente inútil y vacío, sin embargo alguien envió un mensaje a la redacción al día siguiente: "Como todos, muchacho, como todos".


"Concurso de relatos sobre anuncios clasificados de tablondeanuncios.com"

Concurso de micro-relatos (III)

Se cambia vuvuzela semi-nueva por sobrecito de ibuprofeno.

"Concurso de relatos sobre anuncios clasificados de tablondeanuncios.com"

Concurso de micro-relatos (II)

Anuncios por palabras.

Él siempre fue muy cariñoso. Tanto, tanto, tanto como tacaño. O casi.
Un día quiso hacer las paces con su novia de una manera muy especial. Por el precio básico, le regalaban ocho palabras en los anuncios clasificados del periódico local, así que publicó "Marta, lo siento mucho. Sabes que yo te".



"Concurso de relatos sobre anuncios clasificados de tablondeanuncios.com"

Concurso de micro-relatos (I)

Se vende personalidad incorruptible.

"Concurso de relatos sobre anuncios clasificados de tablondeanuncios.com"

jueves, 17 de junio de 2010

Tracy can flow and Tracy can crash

Be Tracy, my friend.
Y es que hay veces que existen seres que parecen desorinarse en todo lo estudiado por Darwin. No preguntéis por qué, pero me apetecía muchísimo hacer un texto así, sobre uno de mis jugadores de baloncesto preferidos. Esto es un texto sobre Tracy McGrady y sobre los vellos de punta.
Nos ponemos en situación.
Para el que no lo sepa, T-Mac era el primo de la estrella de su equipo. Un jugador sin trascendencia que medía 2'05, pesaba apenas unos insuficientes (para jugar de, todavía, ala-pívot) 94 kilos y tenía una envergadura de 2'10. Era indolente, frío, bracilargo y enclenque. Es cierto que empezó a despuntar, a anotar, a dejarse ver por el perímetro, por el concurso de mates... pero nada, era uno más en el mundo.
Hasta que un traspaso lo llevó lejos. Y llegamos al momento en el que ese 2'05 se convierte en un versátil escolta (o lo que quiera, señora) que asume la responsabilidad de subir el balón y de llevar el peso anotador de su equipo.
Y otro traspaso lo llevó aún más lejos.
Aquel McGrady hacía dudar de la teoría de la evolución. Su cuerpo parecía estar diseñado al milímetro para hacer exactamente lo que estaba haciendo: jugar al baloncesto. Nadie puede pensar que el tiempo y la selección natural podían llevar al ser humano a especializarse tanto.
Tracy se convierte en poco tiempo en un jugador muy móvil y difícil de defender.Ese espigado cuerpo en movimiento, siempre flexionado, siempre erguido, siempre vertical, se movía entre los defensas dando la sensación de que era un río fluyendo alrededor de impotentes rocas. No había forma de parar aquel torrente que sin mucha prisa iba acercándose al aro de forma continua e inexorable. No hablo de un manejo de balón fuera de lo común (que lo tenía), de un tiro letal (que también) o de un físico privilegiado (¿alguien lo duda?). No. Hablo de un hombre fluyendo por una pista de baloncesto, licuándose para colarse por cualquier rendija y haciéndose sólido de nuevo, únicamente, para castigar el aro.
Unas rodillas intentando seguir tan endiablado ritmo y, sobre todo, una espalda maltrecha nos han privado de ver durante mucho tiempo las afluencias a canasta de ese extraño ser. Menos mal que siempre nos quedará...



P.D: Perdonen, me apetecía.

"Siéntete como un privilegiado. Estarás igual de jodido, pero satisfecho."

sábado, 12 de junio de 2010

Hipócrita, cínico y poeta

Vendedor de mitos falsos,
escritor de patrañas y tretas,
escritor de nada y de engaños,
hipócrita, cínico y poeta,
que gasta el blanco plano
en decirle a musas inquietas
que querría vivir años
metido entre verso y letra,
y jamás lo querría si acaso
pudiera estar con su cabeza
metida entre tacto y tacto,
metida entre teta y teta.


P.D: Y así todos.

"Las ratas confunden el vitalismo con la escatología tal y como los hombres confundimos la sinceridad con la coprolalia"

martes, 8 de junio de 2010

Bocazas

Nunca supo callarse a tiempo. Bueno, no es que a destiempo fuera una persona reservada, pero es que en los momentos cruciales de su vida siempre habló de más. Para que se haga una idea, sus primeras palabras fueron "Pa-pá... mientras no se demuestre lo contrario".
Su involuntaria sinceridad y falta de tacto le traía quebraderos de cabeza. Sus profesores lo castigaban, sus compañeros se reían y en su familia no sabían qué hacer con él. Un día, siendo él adolescente, hicieron una reunión en su casa con sus padres, hermanos, abuelos y tíos para buscarle una solución. Entre cordiales intervenciones al debate y tiernas sonrisas, todo parecía llegar a una sensata conclusión cuando el abuelo dijo que todos lo apoyarían por lo mucho que lo querían. Él contestó "Yo también os quiero mucho. A casi todos".
Su vida transcurría con relativa normalidad. Relativa digo, porque en más de una ocasión perdió algún empleo y alguna novia por culpa de su problema. Algún comentario sobre la alopecia por aquí, alguna coletilla sobre el sobrepeso por allá, dudas en el altar por acullá.
En una ocasión aciaga, iba con su coche por la autopista cuando lo paró la policía estatal en control rutinario. Se detuvo en el arcén, bajó la ventanilla y con educación saludó al agente. "Buenas noches", "Buenas, documentación", "Aquí tiene", nada que objetar. "Todo bien", "Gracias, agente, ¿puedo irme?", "No, hombre, no tenga prisa", había algo en el tono del agente... bah, no pasaba nada. "¿Ha bebido usted?", "No, señor agente", "Bien, pues...", "Al menos no más que usted". Y fue ahí cuando la cagó.
Una denuncia por desacato (y otra por nosabenadiequé de uno de los faros del coche), una noche en el calabozo, un traslado a los juzgados, una impertinencia a su señoría, una condena. Meses de cárcel. Se agrava el asunto. No cae bien entre los demás convictos. Se gana fama en la prisión. Una pelea con su compañero de celda, un mal golpe, una caída, un muerto.
Su vida se había ido a la mierda en una meteórica cadena de despropósitos. Tanto es así que acabó viéndose con una esponja húmeda en la cabeza, rodeado por los guardas de la cárcel y con un cura ungiéndole extremadamente.
Su suerte cambió cuando la silla eléctrica falló y no se puso en funcionamiento. Pero, claro, "¿Habéis mirado si está enchufada?".


P.D: Tonterías.

"El burro sabe que nunca llegará a la zanahoria"