viernes, 22 de junio de 2012

Oh, capitán

Para que el grito a la vida
sonara como si fuera  sincero
dormí en los sucios charcos
de callejones sin salida,
dije más "perdón" que "pero"
y abracé indigentes en fin de año.
Uno acaba por encontrar valor
en el lodo del arrepentimiento,
que es mejor andar borracho
que dormir sin probar alcohol
preguntando al oído del miedo
cómo duele el tacto de un abrazo.
Que espere el libro de familia
con sus mortuorias hojas
afiladas como una promesa,
que espere la justicia valquiria
de la brevedad de las horas,
que se muera la risa espesa
de la niebla que cubre la infancia,
que me encuentre mi sombra
subrayado con un muñeco de tiza
rodeado de las fragancias
del sexo y su fría corona,
del grito, del sí y de la risa.
Me acompaña el sabor amargo
de las lágrimas de una despedida,
el amor por quien un amigo amaba,
la vez que me vieron follando,
fracturas, oprobios a la vida,
fallos ligando, puños, resacas...
Siempre que la oscuridad
me procuró un turbado jadeo
y un eclipse de tetas
perdió toda su dignidad
lo bello, lo justo y lo bueno
en favor de quien lo contempla.
Le debo un puñal a mi costado
por cada vez que una losa
del hormigón de la cobardía
impidió que en un barranco
pintara la gravedad en prosa
y con versos la caída.
Piensa, pusilánime, que cuando
los fluorescentes alumbren
tu blancura, tu piel sin marcas
y tus órganos intactos
esperando a que se tumbe
el reloj de arena de la parca,
comprenderás que merecía la pena
no dejar nada por estrenar
y apostar contra tu propia suerte.
Cuando coagulen en tus venas
la concupiscencia y la vanidad,
merecerá la pena tu muerte.



P.D: Iba a recitarlo, grabarlo y subirlo, pero no estaba seguro...

"Las mujeres dicen con el mismo tono 'Tú en verdad vales un montón' y 'Barrendero es una profesión muy digna'."