miércoles, 30 de noviembre de 2011

Una de zombies (y parte III)

Total, que no hubo manera de que los chinos entraran en razón y las peores pesadillas del presidente estadounidense se hicieron realidad. A la mañana siguiente, el presidente de la República Popular China mandó a sus tropas que se retiraran y lanzó un puñadito de cabezas nucleares propulsadas con misiles. Los DF-5 intercontinentales no tuvieron que recorrer medio mundo para llegar a su objetivo, pero de todas formas armaron el pifostio al caer como si para ello hubieran sido concebidos.
Cuando explota un arma nuclear, quienes tienen la mala idea de mirar hacia la explosión, muy probablemente se quedan ciegos. Y casi son afortunados, porque así se libran de ver la gigantesca y aterradora bola de fuego. Es típico que en el punto exacto de la detonación se alcancen temperaturas 15 veces más altas que las que hay en el centro del Sol. Cualquier persona a menos de 45 km muere por la radiación térmica. Después de eso, el aire que rodea la explosión se quema y se expande formando una brutal onda de choque que arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Como el aire que rodeaba la explosión se ha ido en la onda y se ha elevado, se forma un vacío provocando que tras esa onda de choque, un feroz viento corra en dirección opuesta derribando lo poco que pudiera quedar en pie. Todo ello unido a que el 80% de la energía de la explosión no se libera como calor, sino como destructivas radiaciones ionizantes y que poco después, todo el polvo liberado en la atmósfera empieza a depositarse y a caer en forma de lluvia radioactiva, no hacía presagiar que de Kazajistán y de Kirguistán quedaran más que dos enormes solares funcionando a tiempo completo como cementerios self-service. Y, hablando de cementerios, ¡ay, si los muertos de esa zona pudieran hablar! Tantos rebaños y tantas gentes de aquí para allá, tanta bomba, tanta monserga y tantos terremotos de un lado a otro sin parar de mover las tierras en las que intentaban descansar, apenas podían conciliar el sueño eterno que les correspondía y ni tenían la sangre coagulada en las arterias después de tantos años. Menudo ajetreo de muerte tenían, que ni en vida habían estado tan movidos. Muchos de ellos ni se extrañaron al ver que podían volver a moverse y con total naturalidad rompieron a puñetazos las tapas de sus rudimentarias tumbas para salir al exterior. Alguno un poco lúcido, ya en la superficie, tuvo el acierto de preguntar “¿Cómo es esto posible, si recuerdo perfectamente haber muerto?” y como hasta entre los muertos vivientes hay sabihondos, de algún lugar surgió la voz de un listillo que dijo “¿Pero no es evidente que, al no estar protegidos en una jaula Faraday, el intenso pulso electromagnético generado en una explosión nuclear nos ha devuelto a la vida? No hay más que ver la que hay montada aquí fuera”. A pesar de lo pedante, al zombi no le faltaba razón. Habían vuelto a la vida en mitad de un invierno nuclear, y en pleno oscurecimiento radioeléctrico no podrían ni llamar a sus familias para contárselo (aunque, bueno, es probable que todos estuvieran muertos).
La reconstrucción no fue fácil porque a pesar de que algunos zombis sólo parecían haber pasado una mala noche en lugar de haber estado años bajo tierra, la mayoría no conservaban intacto el cerebro y tenían mermadas sus capacidades motoras. No obstante, dirigidos por los zombis más inteligentes, los demás fueron volviendo a levantar casas, poniendo suelos en las calles, excavando un alcantarillado (que falta le hacía a esos países) y, en fin, rehaciendo todo lo que fuera menester rehacer. Los zombis menos espabilados se limitaban a obedecer órdenes de sus superiores, a trabajar, a descansar a ratos del trabajo, a comer cuando el trabajo lo permitiera y a no protestar, no como si no tuvieran ahora la capacidad de pensar, sino como si nunca antes la hubieran tenido. Como la clase media.
En el tema de la comida todo iba sobre ruedas porque bien es sabido por todo el mundo que los zombis se alimentan de cerebros humanos y allí, desperdigados por doquier, había cadáveres para ir tirando, por lo menos, hasta que se hubieran establecido en sus nuevos hogares. Ya pensarían más adelante en repartos de cerebros a domicilio o cosas así. En cualquier caso, algunos de los zombis listos ya habían mantenido contactos diplomáticos con Taryikistán, un país vecino a Kirguistán. Al parecer, los tayikos estarían dispuestos a suministrarles cadáveres a los zombis a cambio de algunos trabajadores zombis por aquí, algunos soldados zombis por allá y quizás zombis menores por acullá. El problema residía en que al parecer desde hacía muchos años China tenía ciertos tratados de cooperación con Taryikistán por los que estos habían prometido darles sus muertos a los chinos y ahora el presidente de la República Popular China estaba enfad… ¡Bufff, qué pereza! ¿No os cansa a veces el mundo en el que vivimos?



P.D: Ea, po hasta aquí la historia de los zombis. Siento si os ha defraudado que los zombis sean consecuencia (en parte) de la bomba nuclear, pero es que la historia es asín. En realidad esto podría haber sido un minimalismo más, pero me lié a hablar de los políticos y fue lo que salió.


"Desde que no fracasa, el suicida ya no es lo que era..."

martes, 29 de noviembre de 2011

Os vamos a destrozar

Te guardaremos tu tesoro. Te cobijaremos día y noche en las tinieblas de nuestra fortaleza. No sólo te vamos a proveer de aquello que hasta hoy considerabas básico, sino que vamos a dibujarte y convertirte en materia aquello que soñaste y creíste que nunca podía ser tuyo. Te sonreiremos porque sonríes, te diremos que te queremos porque nos quieres, jugaremos juntos a ser amigos y cuando te marches por la puerta giratoria te irás con la sensación de haber redondeado tu vida, de haber apostado a caballo ganador, y compartirás con tus seres queridos la supuesta felicidad que llegaba con lo que te habían cedido. Y vivirás durante miles de días con nuestro recuerdo intacto, con la única comunicación telegráfica que sólo te llevará una tranquila rutina completarla. Y trabajarás, jugarás con tus hijos o con tus sobrinos, harás el amor con tu pareja, saldrás y entrarás disfrutando de aquello que te concedieron, los días serán sólo veinticuatro horas tras veinticuatros horas, y nada más que recordarás el alcance del mes para disfrutar de tus vacaciones, preguntarle a tus hijos por sus notas y aprovechar la llegada del otoño en verano y la de la primavera en invierno.

Hasta que un día descubrirás que nada de eso era cierto. Que te engañamos con falsas promesas que nunca se cumplieron, que te ocultamos lo que ya sabíamos para colmar nuestra ambición, que jugamos y nos estrellamos una y otra vez con lo tuyo en el circuito inmenso del mundo, y guardamos para nosotros una y otra vez lo que salió de lo que te pertenecía. Nos apoyamos en nuestros amigos, que nos dieron el poder y nosotros a ellos el dinero, y somos inmortalmente irreductibles unidos mientras que vosotros lloráis y lamentáis vuestro error. Aplacamos cada embiste de nuestro error con la coraza de lo vuestro, desgastándola hasta que ya no existe para poder huir con la tranquilidad de tener todo lo que soñamos y la inmunidad que se necesitaba. Y seguimos llamando a vuestras puertas, con la falsedad por bandera, denunciando lo que por nosotros se provocó y obligándoos a dejar lo poco que os queda, poniéndoos la soga al cuello y apretando un poco cada mañana hasta que digáis basta, y creáis que todo se acabó. Pero no todo acaba ahí, porque con lo vuestro en nuestra posesión, os vais a dar cuenta de que no era suficiente con dar aquello que te intercambiaron mientras tu sufrías la inmensa losa del trabajo diario, vais a seguir perseguidos por el ladrón, como una víctima que huye de su asesino sin la esperanza del fin, sólo dejando en el camino los resquicios de esperanza que te labraste cada temprana mañana para morir asfixiado por la persecución y viendo la sonrisa del malvado, la sonrisa de la tranquilidad y la seguridad que creíste tener y nunca tuviste. La sonrisa frente a la hemorragia. La libertad eterna frente a la esclavitud moderna. La vida frente a la muerte. Los bancos frente a la gente.

Os vamos a destrozar.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Una de zombies (parte II)

“Señor Presidente, unos campesinos de un pueblo cercano a la frontera china estaban con sus ovejas pastando y esas cosas cuando han visto una cantidad enorme de soldados chinos. Aseguran que tenían botellas de camping-gas”, “¿Por qué lado de la frontera?”, “Los pastores a nuestro lado y el ejército al suyo”, ¿Hay confirmación vía satélite?”, “No, Señor Presidente”, “¿Por qué, maldita sea?”, “Porque en Kirguistán no tenemos”.
En Rusia y en EEUU, que sí tenían satélites, habían visto el despliegue del ejército asiático en todo su esplendor. Los rusos no tardaron en reaccionar como cabía esperar: los hijos y nietos del Ejército Rojo se movilizaron para arrimarse a la frontera con Kazajistán. Se preveía que en pocas semanas llegaran a acumular alrededor de 20 mil soldados rubios entre ejército de tierra y aire, que en apoyos aéreos no es en lo que iban a ahorrar.
Por su parte, el líder del mundo libre se tiraba de los pelos en su ahuevado despacho porque no comprendía que hubiera países tan impulsivos y belicosos como para entrar en una guerra por razones tan interesadas. En realidad no comprendía que hubiera más países tan impulsivos y belicosos como para…
En Kazajistán se enteraron por parte de los rusos, que les prometieron protección y tal. “Pero, Señor Presidente, si los chinos están enfadados con ustedes y son sus dos países los que van a entrar en el conflicto armado, ¿por qué lo hacen en Kirguistán y Kazajistán en lugar de en China o Rusia?”, “¡Puf, a ver quién se pone de acuerdo con esa gente! Seguro que se les acaba la hospitalidad y dicen que para acabar la fiesta nos tomemos la última en el Kremlin”, “¿Entonces van a solucionar sus diferencias destruyendo dos países que han cuadrado en medio?”, “No se equivoque, Señor Presidente, que luchamos por su libertad, que si fuera por nosotros…”, “¿Nuestra libertad? Si por mí fuera mañana mismo le diría al presidente chino que el oleoducto no se hace”, “¿Y dejar que nos pisoteen esos pequeños seres amarillos? Ande, ande, no se preocupe que al final las guerras son más lo que parecen que lo que son”. Y así se le quedó el cuerpo al presidente kazajo.
En Washington los servicios de inteligencia estaban hasta arriba. El comandante en jefe del país de la libertad, en un arrebato de conciliador liderazgo, descolgó el teléfono y le pidió a su secretaria que le pusiera con China y Rusia (pero no con los países enteros, sino con sus respectivos presidentes). La conversación se resume en que el americano quería llamar a la cordura a los asiáticos, los chinos exigían a los rusos que dejaran tranquilo Kirguistán, los rusos apelaban a la libertad de los países para comerciar con quien quieran, los estadounidenses pedían que se tuviera la fiesta en paz, los chinos no cedían ni un milímetro, los rusos se impacientaban… hasta que un fallo de traducción de un diplomático que actuaba como intérprete hizo creer al presidente chino que el presidente ruso en lugar de decir “En nuestras manos está el mantener Asia unida”, había dicho “Yo me cago en tu puta madre, chino de mierda”. Como es lógico, la conversación se precipitó en una marabunta de “El que lo dice lo es con el culo al revés”, “Rebota, rebota y en tu culo explota”, “Tengo una piña llena de piñones y tú no la comes” y demás lindezas. El presidente de la República Popular China fue quien cortó la comunicación, no sin antes decir amenazante “Ateneos a las consecuencias”.
Ante tal situación, que hacía presagiar una hecatombe, la ONU actuó rápidamente con la contundencia a la que nos tienen acostumbrados: en pocas horas, los presidentes de los países involucrados en el incidente recibieron un correo electrónico que decía “Guerra mala”. Sin lugar a dudas, el hecho de que se desatara una guerra entre las superpotencias asiáticas daría para varias cumbres. Y alguna que otra votación casi seguro que también caería.
Esa noche, en la suite presidencial de la residencia de La Casa Blanca, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica dialogaba con su mujer, la Primera Dama. “¡Ay, querida, qué día! China se ha enfadado con media Asia por culpa de un tubo para llevar cacas de peces fosilizadas”, “¿Y se ha enfadado mucho?”, “¿Mucho? Tenía el ejército preparado para invadir Kirgistán y Kazajistán en una mañana, y la situación ha empeorado”, “¿Peor aun?”, “Peor, querida, mucho peor. Rusia y China tienen potencial nuclear”, “Ay, cielo, no pienses en eso”, “Desde luego no quiero ni pensar en que pueda haber alguien tan descerebrado, maníaco, estúpido, mal nacido, genocida, desgraciado y tontín como para ponerse a tirar bombas nucleares”, “¿Hablas del presidente Truman?”, “…”, “¿Cariño?”, “Tu-tu-tú, tu-tu-tú”, “Cariño, no estamos hablando por teléfono”, “Ya veo”, “Anda, duérmete un rato”.


P.D: Ya van los zombis, ya van...

"Si mañana fueran las elecciones para elegir el mejor plato del mundo, saldría la mierda con mayoría absoluta, porque hay muchísimas moscas."

jueves, 17 de noviembre de 2011

Los ojos de Dios

Dios nos mira desde nuestros ojos.
Mira, observa, siempre nos vigila
y está en los ojos de todos, en todos,
dentro de las pupilas, al fondo.
Está mirando en los ojos del adiós,
en la mano que llora al viento,
en el desencuentro de una estación.
En los ojos apagados detrás del boleto,
en la mirada con inquina que le dedica
un padre celoso a un Capuleto.
No cuida de la mirada que se va
detrás de una esbelta muchacha que
cruza la ancha avenida sin mirar
porque se le escapa el alma esquiva,
Él mira desde la acera al distraído
señor, que a la esbelta muchacha mira,
que pierde el maldito volante esquivo,
pierde el control, pierde el sentido,
y Él ve que recupera la respiración
cuando las primas del seguro ha perdido.
Se ahoga en ojos inundados de pena,
como no ve, se va.
En ojos más despiertos sí se queda,
en los que ven hojas sueltas
impresas con tinta china inmigrante
mientras juran por quien los observa
que antes era mucho mejor que antes.

Y, opino yo, que a este muchacho
de mirar tantas horas tan seguidas,
tantas semanas y tantas vidas,
de tanto y tanto tener la vista fija,
el día menos pensado le sube la miopía.



P.D: En la foto tenemos a Dios guiñando.

"¿Qué debo pensar del mundo cuando veo dos soles sin haber cerrado los ojos?"

martes, 15 de noviembre de 2011

Una de zombies (parte I)

Y los kazajos, angelitos, qué iban a saber. Ellos vieron las ganas que tenían en Kirguistán de mandar petróleo a Rusia y, claro, no tuvieron razones para negarse a que el dichoso oleoducto pasara por su barrio (previo pago de ciertos aranceles y emolumentos). Además, vetarlo habría sido un buen motivo para que dos de sus vecinos se enemistaran con ellos y tuvieran problemas, así que no merecía la pena. Rusia estaba loca de contenta, no le quedaba otra, pues le iban a traer el crudo con el periódico hasta el portal por dos duros y cuatro palmaditas en la espalda. Para los pequeños países asiáticos tener amigos tan importantes como Rusia era una bendición, que luego hay una revuelta o una Guerra Civil y conviene tener una manga de la que tirar para que te hagan caso.
Todos estaban contentos, pues. Todos menos el gigante chino, obviamente, que veía cómo cada litro de negra riqueza que iba para los soviéticos, se alejaba dramáticamente de ellos. Además, la importancia del enanito Kirguistán se vería enormemente reforzada al entrar en el mercado de las gasolineras. ¡Con todo lo que ellos habían hecho por Kirguistán! Llevaban años comprándole petróleo y vendiéndoles combustible, llevaban años de prósperas relaciones comerciales, de esas que propician magníficas relaciones diplomáticas, de esas que generan prósperas relaciones comerciales, de esas que…
China (no China entera, sino su presidente) llamó a Rusia (bueno, lo mismo de antes) para decirle que ya hay que ser rastrero para sorber con una pajita su charco de energía, que tenían tratados de colaboración con Kirguistán, que no hicieran el tonto, que te meto con el mechero y todas esas cosas. Rusia contestó “¿Me hablabas a mí? Disculpa, es que estaba distraído haciendo un oleoducto”. En aquel vetusto despacho, el aire y el ambiente podían untarse en biscotes. El presidente chino se mantuvo varias eternidades en silencio, digiriendo la impertinencia del presidente ruso, aferrándose a los brazos de su sillón como si agarrara por el cuello a toda Rusia entera.
Los kirguisos no tardaron mucho en recibir su correspondiente llamada. Nada más descolgar se escuchó “Anda que ya os vale a vosotros, con lo que hemos sido, yo esto me lo esperaba de cualquiera menos de vosotros”. La secretaria le pasó la llamada al presidente kirguís y el presidente chino repitió nuevamente su perorata, ahora a quien debía. “Esto no quedará así, ¿cómo pretendes nutrir de petróleo a las dos superpotencias asiáticas a la vez?, ¿crees que permitiremos que mandéis al traste años de buenas relaciones?”, decía el presidente chino. Su homólogo kirguís contestó “¿Perdona? No te escucho bien porque se me caen de la mesa montañas de rublos”.
Mientras el dirigente mandarín no tenía más uñas para morderse, en Kazajistán las veían venir. Por una vez en la historia ellos no habían hecho casi nada malo y se sentían como el pelota de la clase. Por eso les cogió por sorpresa la llamada del presidente de los EEUU, aunque bien pensado había tardado demasiado en intervenir, con su prepotente metomentodismo, sus aires de policía mundial y sus gritos de libertad. “Señor Presidente, debería usted considerar la posibilidad de obstaculizar la construcción del oleoducto entre Kirguistán y Rusia”, “¿¿¿Yoooo???”, “Sí, usted, Señor Presidente. Entienda que ni los soviéticos ni los kirguisos lo harán y China va a coger un cabre… China se opondrá enérgicamente, quizás tome acciones militares y es una potencia mundial”, “Pero, Señor Presidente, ¿no deberíamos permitir el libre mercado entre dos naciones que se verán beneficiadas por esta relación y que sea el mercado el que regule los términos del proceso?, ¿no llegarán en poco tiempo a un equilibrio comercial y por tanto diplomático entre los tres países de forma pacífica”, “Sí, pero…”, “¿No es esa la moralina que van repartiendo en panfletos por el mundo?”, “Verá, Señ…”, “¿Acaso el mercado libre no es la fórmula mágica que todo lo resuelve y por la que nunca en la Historia hubo que entrar en guerra, Señor Presidente?”, “…”, “¿Señor Presidente?”, “Tu-tu-tú, tu-tu-tú, tu-tu-tú”.
El Señor Presidente tenía razón en algo (el de los EEUU, digo), China no se quedaría de brazos cruzados. Tras presionar todo lo que pudo para evitar la construcción del oleoducto y la incipiente relación comercial entre Rusia y Kirguistán, solamente quedaba una salida: la militar. Dicho y hecho, el ejército de la República Popular de China se movilizó con miles de soldados hasta los límites con Kirguistán y Kazajistán. Llevaban helicópteros de transporte, carros de combate y botellas de camping-gas.
No avanzaron más allá de la línea imaginaria que marcan las fronteras. Se quedaron allí, amenazantes. Habían ido a casa del vecino a enseñarles el escroto por la ventana.


P.D: A ver, antes de que digáis nada, sabed que la historia es de zombies, pero dadme tiempo.

¿Por qué el último disco de TODOS los artistas españoles es siempre "el más personal"?

sábado, 12 de noviembre de 2011

Finito

La puerta se había cerrado con él dentro por última vez. Había sido una tarde movida en el Quirinale, todo había llegado a su fin y la sensación era extraña, extraña por novedosa. Si no se conociera a sí mismo como se conocía hubiera dicho que se trataba de un ataque de conciencia. Raro.
De repente sonó el teléfono de su despacho y le expulsó de sus pensamientos, que podían haber sido eternos. El 078 del número que llamaba le indicaba quién era. Su vía de escape, la persona que le concedía el reseteo que ya había necesitado en situaciones similares. El arma para la huida, que esta vez necesitaba más que nunca entre sus manos. Sin embargo descolgó el aparato y volvió a concentrarse en saber qué era aquello que le rondaba, esa sensación de vacuidad que le había atacado sin ningún precedente y que le llevaba por dos vías antagónicas, la del conocimiento y la de la evasión.
Y sin saber cómo, recordó putas humilladas, fondos malversados, familias muertas de hambre, vagabundos dormitando en cajeros, bufones esclavos, mañanas de resaca, tardes de resaca, noches de resaca, mentira tras mentira tras mentira, populismo y crudeza, colegas con tanto en común, y tantas cosas más de las que jamás se había arrepentido. Que quizá arrepentimiento tampoco era la palabra que definiera con exactitud lo que sentía, pero esa palabra, fuera cuál fuese, le había rondado espontanea y continuadamente mientras conectaba con aquella sensación de desasosiego.
Se levantó, cerró el pestillo de la tan característica puerta de caoba y se dirigió lentamente de nuevo hacia su silla, buscando un porqué. Y lo encontró, poder. Poder y autoridad, la base y la adrenalina que le hacía levantarse cada mañana al lado de su(s) mujer(es), y que aquel día había perdido, no por su dimisión inducida, sino por aquella actitud tan inhóspita en él que le había llegado directa desde el vacío, desde el último marcado portazo que había dado su secretaria una hora antes, y que tan lejos recordaba en el tiempo.
Mientras se tocaba su cabellera artificial con la mano derecha abrió el cajón de su mesa presidencial con la izquierda, y supo aquello que tantas veces había negado en sus círculos más allegados, que al final todos los putos hombres eran iguales. Calañas corruptibles por el poder.


sábado, 5 de noviembre de 2011

Asumir, perder, dañar y... eso.

Asumo la pérdida y amo el daño,
trago mareas de fuerte licor
como deseando que sea veneno.
Echo de menos, añoro, extraño
cuando paseaba por el mismo Sol
y una boca no era el Universo.
Amo la pérdida y asumo el daño
por no dibujar en esa oreja,
con cálidos y húmedos vientos,
un graffiti algo cortazariano.
Me consumo en una mirada tierna
como las rocas del infierno.

Me pierdo adrede en el daño
y asumo masoquista el amor
como desesperado recurso para
sentir que puedo sentir algo,
que queda vida en mi interior.
Soy el verdugo que me dispara.
Soy la inquietud del letargo.
Soy la mofa de mi propio no.
Soy el imbécil que mira tu cara
y sonríe con un regusto amargo.
Soy quien celebra su desesperación.
Soy quien lo asume y se daña,
el que pierde y ama, corazón.

P.D: Disculpad la moñada y el homenaje siglodeoresco.

"Mi cama duerme con un cadáver que cada vez que despierta, se muere por no llorar..."

jueves, 3 de noviembre de 2011

La sombra

Una triste sombra en mi cuarto
a grandes sorbos el tiempo consumía
y a pasitos consumía el espacio.
Convertía en oscura noche el día
y la mañana convertía en ocaso
al pronunciar con maldad una letanía
que sonaba a fin y a epitafio:
"Vivir es morir sin descanso".
Cual cuchilla implacable y fría,
carne y huesos iba separando
cada palabra de la frase maldita,
cada sílaba del infame canto,
cada brizna de aire que se movía.
Morir era sufrir la propia vida
y respirar, vivir sin descanso.
"Aléjate de aquí, sombra impía,
no hurgues en mis llagas y llantos,
no me condenes a tu cruel compañía,
no disfrutes con mis quebrantos"
le grité y se burlaba con altanería:
"Jamás me podrás echar de tu lado
vivo tu muerte sin descanso".
Arremetí contra mi antagonista
fiero, decidido y rebelado,
"Aunque compartamos anatomía
y tu cara sea mi vivo retrato,
tu ausencia se parece a la vida
tanto como la risa al llanto...
vivir es vivir, morir es un descanso".


P.D: A lo mío, insisto.

"El romanticismo es un sub-producto de la moral judeo-cristiana que los feos de toda la historia hemos ido manteniendo para poder follar."