jueves, 17 de noviembre de 2011

Los ojos de Dios

Dios nos mira desde nuestros ojos.
Mira, observa, siempre nos vigila
y está en los ojos de todos, en todos,
dentro de las pupilas, al fondo.
Está mirando en los ojos del adiós,
en la mano que llora al viento,
en el desencuentro de una estación.
En los ojos apagados detrás del boleto,
en la mirada con inquina que le dedica
un padre celoso a un Capuleto.
No cuida de la mirada que se va
detrás de una esbelta muchacha que
cruza la ancha avenida sin mirar
porque se le escapa el alma esquiva,
Él mira desde la acera al distraído
señor, que a la esbelta muchacha mira,
que pierde el maldito volante esquivo,
pierde el control, pierde el sentido,
y Él ve que recupera la respiración
cuando las primas del seguro ha perdido.
Se ahoga en ojos inundados de pena,
como no ve, se va.
En ojos más despiertos sí se queda,
en los que ven hojas sueltas
impresas con tinta china inmigrante
mientras juran por quien los observa
que antes era mucho mejor que antes.

Y, opino yo, que a este muchacho
de mirar tantas horas tan seguidas,
tantas semanas y tantas vidas,
de tanto y tanto tener la vista fija,
el día menos pensado le sube la miopía.



P.D: En la foto tenemos a Dios guiñando.

"¿Qué debo pensar del mundo cuando veo dos soles sin haber cerrado los ojos?"

2 comentarios:

  1. Con tu frase del final, me imagino que te estarás refiriendo al finalista y a mí

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  2. No está mal, pero después de la Historia de Zombis casi todo lo que hagas próximamente me va a saber a poco (menos la tercera parte de la misma)

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