La cosmovisión es algo que ha cambiado a lo largo del tiempo y el espacio. Desde el geocentrismo hasta los universalismos más inabarcables, pasando por los pretenciosos heliocentrismos más intransigentes. Durante la historia, la filosofía ha sido juguetona y caprichosa. Ha crecido y encogido a velocidades vertiginosas.
También a lo largo del espacio ha sido heterogénea con contrastes y antítesis estúpidamente necesarias. El ser humano tiende a “dicotomizar” para entender.
Por eso resulta extraño que aquellos hombrecillos tuvieran perfecta constancia del universo que los rodeaba y de los estratos que lo componían. Conocían de forma veraz (te lo digo yo, que soy un narrador omnisciente) y total la Realidad con la que interactuaban.
En la pequeña escuela a la que asistían, ya desde muy zagales, les enseñaban todo tal y como era, sin tapujos ni falsas aspiraciones. Cualquiera de esos criajos sabía que existían tres Sub-Realidades Completas (SRC) que se relacionaban entre sí de forma directa dentro de la Realidad total: la de más allá de las nubes, la de más acá de las nubes y la etérea.
A su vez, toda la Realidad no era más que un dibujo animado en el cuaderno de algún ser horripilantemente poderoso y leve. Algún día aquel cuaderno dejaría de tener hojas por pasar y se llegaría a la más gris de las pastas. La nada llena de cartón y quietud.
Ellos sabían que se encontraban más acá de las nubes y compartían el mundo con una civilización estable y macroscópica, llena de seres susceptibles y violentos. Había reyes, dragones, ogros y animales vestidos como humanos.
Por otra parte, su propia civilización estaba compuesta por pequeños seres de similares condiciones a los anteriores, pero con un tamaño de 1 a 20 con respecto a éstos. Es cierto que eran más inteligentes y amables, pero de nada les servía dado su escaso tamaño.
Sin ir más lejos, la mini-ninfa más bella y simpática de todo el mini-mundo acababa de construirse un mini-coche solar perfectamente eficiente. Se dirigía con él a una mini-oficina de seguros cuando la estela de viento levantada por el galopar de un iracundo centauro volcó su coche. Costaría quitar las manchas de lágrimas de aquel techo fotosensible.
P.D: Y lo que nos queda...
"En ésta vida hay dos cosas que no soporto: una soy yo y la otra es el resto del mundo."
viernes, 29 de mayo de 2009
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Genial, como te dije. Me encanta que tomes LSD antes de escribir. Espero impaciente la próxima entrega.
ResponderEliminarAdemás es que no engancha tío!! (el LSD)
ResponderEliminarBuen serial te estás marcando, sobre todo original.
Vaya un derroche de proyección filosófica... como molas macho...
ResponderEliminarEs una lástima que estemos de exámenes y tal, ya que parece que nos lee menos gente, o al menos nos comenta menos. Es una lástima porque cuanto más leo este, más me gusta, y va a pasar desapercibido en comentarios... En fin... Esperemos que la edición impresa tenga más acogida xD
ResponderEliminarRecuerda que Cervantes murió pobre.
ResponderEliminarP.D: Me alegro que os guste, copón.
Pesao con copón hostia...
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