Cuando se estudia en los libros de historia la caída de vastos imperios uno a veces se pregunta cómo fue posible, cómo pudo caer un próspero imperio que parecía invencible, cómo pudo corromperse una máquina perfecta y aparentemente indestructible hasta el punto de derrumbarse con un estruendo vergonzante. Sucede, al cabo, a pesar de tanta pregunta.
El Imperio Romano, dicen, cayó en parte por el continuo y angustioso acoso de los bárbaros. Dicen, que aquel imperio español en el que no se ponía el sol cayó por la incompetencia de unos monarcas de postal y por el costoso acomodo al que el oro indio les hizo acostumbrarse. El imperio de Napoleón cayó por el frío, dicen.
Pero el caso que nos ocupa es algo más humano. Más que la codicia y la incompetencia, más que el afán de gloria y poder, más que el egoísmo y la prepotencia. El glorioso imperio del que hablo cayó por algo tan genuino de nuestra especie como el hartazgo.
Cronológicamente, nos ubicamos pocos años antes de que en Belén naciera Jesusito (que nació pobre, pero gordito, con pelos y corona). Algo hacia el suroeste de allí, entre dunas y fértiles valles bañados por el río Nilo, los egipcios se afanaban por hacer pentaedros a los que ellos llamaban en su lengua nativa "pirámides". Y bien que les iba, a pesar del incipiente poder de un Imperio Romano que pretendía fagocitar todo el mundo conocido y hasta el mismo Olimpo si se dejaba. Más o menos, eran tiempos de bonanza y prosperidad.
Y en esas estaban cuando murió Cleopatra VII, la que a la postre fue la última faraona (antes de Dolores). Era costumbre muy extendida por allí lo de meter a los faraones en vendas, las vendas en tumbas y las tumbas en criptas gigantescas de base cuadrada y caras triangulares (¡equilateras!). Por ello, aquel ministro tan abnegado y experimentado en envolver monarcas (tenía un título oficial) pasó toda la mañana dándole vueltas a aquel grueso (grosísimo) rollo de apósito estéril, con la ayuda de uno de sus sirvientes.
Era una tarea de paciencia y tesón. Vueltas. Pasaron horas momificando hasta el último rincón del cuerpo de aquella mujer que otrora tuvo orden y mando sobre miles de personas y hoy se veía frágil e indefensa. Y más vueltas. Era su cometido que el vendaje quedara perfecto y prieto. Vueltas y más vueltas.
Pero, claro, estando ya harto y mareado de rotar sobre el cuerpo de Cleopatra VII aquel rollo, se dio cuenta de que ya no era tan grueso. De hecho ya apenas quedaban unos centímetros por desenrollar. Se sintió aliviado, por fin. Aliviado, hasta que terminó de deshacer el rulo de vendas. Vio, destino cruel, que la etiqueta quedaba por fuera y que había puesto todas las vendas del revés.
"¡Y una mierda!", exclamó furioso. "Anda, recoge que nos vamos", le dijo a su sirviente, "y di a todos que se acabó la broma de los faraones y las faraonas".
P.D: Y hacía mucho que no me salía un texto gilipollesco de estos.
"Los egipcios, Hitler, los musulmanes... si todos estaban de acuerdo es que hay algo malo en los judíos"
domingo, 2 de mayo de 2010
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Jajaja me he partió... Al principio pense que estabas hablando en serio pero el final es buenisimo jeje. Por cierto totalmente de acuerdo con lo de los judíos algo tendrán esos malditos descapullados...
ResponderEliminarAl carajo el imperio egipcio porque se lió con las vendas el tío este xD
ResponderEliminarMe ha gustado Antonio, me ha recordado a tus ancestrales tiempos de YOMISMO2, cuando hacías esos relatos cortos, simples e irónicos. Me mola mucho este género.
ResponderEliminarDesde luego, eres un pequeño maestro en este género.
ResponderEliminarPues muchas gracias, mozos. Me alegra que os hayáis reído, porque para eso está hecho.
ResponderEliminarEn realidad, este texto no es más que un minimalismo típico pero venido a más.
Yo lo que no me imagino es el susto del chaval que está en proceso depositivo, cuando se acabe el papel, y en vez de un discreto a la par que elegante cilindro de cartón, se encuentre la jeta descarnada de un egipcio...
ResponderEliminarMi otra inquietud es sobre el mecanismo utilizado para mantener al susodicho egipcio en esa postura, posibilitando su rotación sobre el eje de abcisas. Digo yo que en algún lado tendrá incada la abcisa misma...
En cuanto al texto, sí, es un gran análisis de la historia de la humanidad... Estoy totalmente de acuerdo.
Saludos glasgüences!
Eh! Glasgüence! Ve dándote brio que llevas más de una semana sin publicar y ando que no vivo pendiente de tus aventuras escocesas!
ResponderEliminarY escocidas.
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