jueves, 24 de diciembre de 2009

Serendipias , hijo, serendipias

Aquel poderoso hechicero (quizás el más poderoso que jamás hubo) llevó a su hijo a la comunión de Hebe, el hijo del dios de los dioses, a regañadientes. Su estado de ánimo no mejoró cuando Zeus le dijo que no habían contado con él para el convite por lo que sería ubicado donde hubiera hueco. Y había hueco en la mesa de los niños.
La tarde se presentaba magníficamente tortuosa. Llevaba ya más de una hora comiendo en silencio mientras los infantes amigos de Hebe (el propio hijo del hechicero incluido) se habían arrojado un poco de cada plato, servilletas, flores, ceniceros e incluso “Los mortíferos rayos de mi papá”. Estaba harto. Justo se estaba levantando para irse cuando de repente sucedió algo histórico. Varios zagales estaban en un extremo de la mesa probando las patatas con tarta, los embutidos con flores e incluso el solomillo con ceniceros. Uno de ellos propuso extender aquellas pruebas alquímicas al campo de la bebida. Acto seguido, tomó un vaso y echó dentro varios refrescos (varias versiones apuntan a que fueron 7up, Dr Pepper y Bitter Kas). La mezcla empezó a brillar y a emitir destellos cegadores. Aquel poderoso hechicero que había acudido allí a regañadientes y de mala gana, estaba a punto de entrar en la posteridad gracias a unos mocosos.
Asustados por las reacciones que se estaban dando dentro del vaso y por su fulgor, los tres chavales huyeron despavoridos. Estaba claro que no sabían que acababan de sintetizar la Piedra Filosofal.
El hechicero tomó el vaso y lo rompió contra el suelo, para liberar a la Piedra (ya solidificada) de su cárcel cristalina. En aquel momento era una persona prácticamente omnipotente y, para probar sus propios poderes, pronunció a viva voz un conjuro que debía transformar en oro una silla que tenía delante. Lo malo fue que un niño se sentó entre tanto en esa silla y ese hechizo tuvo en él un efecto impensable: el infeliz mozalbete se convirtió en un extraterrestre oficinista con tres ojos y dos cuellos. Fue desolador.
Debido a aquel incidente, el hechicero le pidió a su amigo el centauro que escondiera aquel brillante pedrusco en el lugar más recóndito que se le pudiera ocurrir, evitando así que ningún humano pudiera usarlo más.
Manolo accedió a hacerle ese favor porque el hechicero era su amigo y porque siempre fue un poco tonto.


P.D: A ver si nos animamos.

"Si al menos dieran melocotones para comulgar..."

4 comentarios:

  1. Me estás diciendo que en la mesa infantil del convite de una comunión había... ¿bitter kas? Muy sinverguenza eres tú. Mucho.

    Por cierto, ¿entonces serías cristiano? xD

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  2. No sé si es porque hace mucho que no me paso o porque no te tengo tan conocido como creía.

    Genial, como siempre. Imaginativo a más no poder y con un humor muy peculiar que me alegrará seguir descubriendo.

    PD: Me tienes que explicar de dónde sacas las frases de las PD's, eh?

    Venga, un beso con mordisco de esos que te ponen tan burrote ;)

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  3. Pues yo voy a probar a ver si así sintetizo la piedra filosofal.
    Estás tejiendo bien la saga.

    Saludos rústicos.

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  4. Me gusta como va encajando el asunto, la Piedra Filosofal no podía faltar en esas realidades tan medievales.

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