miércoles, 21 de diciembre de 2011

Martín Lotero

Llevábamos años detrás de Martín Lotero. Evidentemente no era su nombre real, pero alguien tuvo el ingenio de ponerle ese nombre en clave off the record y finalmente se le quedó, como los motes en el colegio, hasta el punto de que en los informes oficiales de la comisaría acabó apareciendo con ese pseudónimo.
Estábamos ante uno de los más hábiles y limpios ladrones de la historia de nuestro país. Decía Kevin Spacey en la voz de Verbal Kint, protagonista de "Sospechosos habituales", que el mayor mérito del diablo había sido convencer a la humanidad de que no existía. Verbal, Kevin o el guionista que escribiera la frase mentían. El mayor mérito del diablo fue convencernos a todos de que estaba dentro de nosotros, de que todos y cada uno de los ciudadanos de este mundo eran sospechosos o, mejor aún, culpables en potencia. Un crimen no es perfecto cuando no se puede descubrir al criminal, sino cuando incriminan a otro. Y ese era el modus operandi de Martín Lotero. Había convertido en presuntos ladrones a todas las personas de un país entero.
El asunto es sencillo: Martín sabe de antemano el número que va a tocar en el Sorteo de Navidad. Sabe con meses de antelación en qué ciudad caerá y cuál será el boleto premiado. Parece algo de brujería pero la forma de conocer los números, aunque desconocida, debe ser un sistema sencillo, diseñado para niños de 5 años, una chorrada, algo que cualquier disminuido mental entendería, un método que podría usar hasta Carlos Fabra.
Una vez identificada la ciudad y la combinación ganadora, se instala en un barrio obrero, se busca un nombre falso, se hace amigo de los tertulianos del bar a base de invitar a rondas, participa en las verbenas, ayuda a fastidiar a un toro en las fiestas locales y, en fin, se integra. Llegado el otoño, compra boletos con sus amigos del mus, con los del dominó y con la peña del club de fútbol local, asegurándose de ser el encargado de custodiar las papeletas. El día del sorteo, cuando toca, se lleva el dinero del premio y desaparece para siempre. Si siempre le tocara el Gordo a la misma persona levantaría sospechas, pero siempre le toca a alguien distinto, en distinta ciudad, con amigos distintos y siempre queda el mismo paisaje con los mismos testimonios: “No contesta al teléfono”, “Donde estaba alquilado hace días que no lo ven”, “Yo esto no me lo esperaba”, “Parecía un hombre tan amable”, “Éramos amigos íntimos de toda la vida”, “Mide 2’50 metros y escupe alternativamente llamaradas y escudos medievales”, etc.
Y ahí tienes a grupos de amigos mirándose desconfiados en la cola de las oficinas de loteros. Y ahí se van después a fotocopiar y compulsar papeletas, con firma e iniciales de los interesados. Y ahí está descojonado Martín Lotero, viendo por la tele el desastre de la desconfianza, la codicia y la Navidad.


P.D: Es un clamor popular lo de este blog xD.

"Admiro a deportistas más jóvenes que yo, mis ídolos se van retirando y para vérmela entera tengo que meter barriga. Creo que me hago viejo."

4 comentarios:

  1. Madre mía... http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/22/castellon/1324554606.html

    ResponderEliminar
  2. No te quejes que os sigo leyendo... ;)

    Lo que es de verdad un clamor popular es lo del Fabra.

    ResponderEliminar
  3. Si será casualidad... Tío, pues yo pensaba que estaba directamente orquestado por el gobierno. Pîensalo bien... de verdad hay alguien más listo que el Gobierno?

    Pedro

    ResponderEliminar
  4. Es curioso (y esto lo digo totalmente en serio) que hace un año o dos esto hubiera sido un clarísimo minimalismo... Y ahora coge un folio. Se ve que le estás cogiendo el gustillo a la narración, y te ha quedado muy molona. Pero no te veia yo con paciencia como para transformar un minimalismo en algo tan grande!

    ResponderEliminar