lunes, 5 de octubre de 2009

Postal del último viaje

Hay dos formas de viajar: una para conocer el planeta, y otra para conocer a los humanos. Si la primera, con un paseo por los Alpes, o una pequeña escalada por Meteora, siempre me ayuda a reconciliarme con la vida, la segunda suele acabar enfrentándome a mi propia especie. Desde que aprendí a viajar, cuantas veces me he echado la mochila al hombro he ido cubriendo un agridulce y amplísimo álbum de vergüenzas y orgullos que tienen muy difícil equilibrar la balanza. Porque el camino no se limita a París o Granada, ni acaba en Under den Linden berlinés ni en la Marienplatz de Munich. Ojalá. Pero siempre continúa hasta algún muro de Berlín, hasta algún Dachau. Incluso algunas de nuestras más hermosas obras no fueron sino hijas del narcisismo y ego de los que las mandaron a construir. Aunque afortunadamente el camino sigue, y eso siempre me da esperanza. Gracias a Dios una noche cientos de vecinos se echaron a la calle y se liaron a mazazos contra el muro. Al menos reconstruimos Dresde, volvimos a levantar el puente de Mostar y sigue abierto el campo de concentración de Nis. Por fortuna aún podemos ir a Venecia, ver el Partenón y contemplar la fusión del Danubio y el Sava desde el viejo fuerte de Belgrado. Pero eso sólo es la mitad de la historia; lo que nuestras madres se callaban para que estuviésemos tranquilos el momento de ir a la cama. Ahora ya somos mayores, y yo he entendido que viajar también es ir a ver lascas de tiros y obuses, blancos cementerios del genocidio y una biblioteca incendiada en Sarajevo. Viajar también es ver un puente de ferrocarril reventado a bombazos sobre el Neretva, estremecerse sobre el puente de Visegrad imaginando los gritos que escucharon sus piedras y pasar por la pasarela que construyeron bajo el segundo puente de Gorazde para evadir a los francotiradores. Viajar también es colarse en misas ortodoxas y mezquitas y hablar con ortododoxos y musulmanes. A veces viajar ni siquiera es aprender, sólo no olvidar. Y perseguir y encontrarse con los fantasmas que nuestra estúpida especie ha ido dejando atrás.



7 comentarios:

  1. Muy bueno y cortito (Antonio te lo agradecerá). "... ni siquiera es aprender, sólo no olvidar".

    ResponderEliminar
  2. Viajar a veces nos hace ver las realidades de los otros países, no sólo lo que nos cuentan las guías de viajes.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Lo justito para ir en el reverso de una postal, y se va de largo. ¡Muchas gracias a los tres!

    ResponderEliminar
  4. precioso tío, me ha encantado la sutileza que has utilizado para expresar esa experiencia.
    Todo esto hace que me acuerde de una frase que Pío Baroja dijo una vez: -La única manera de acabar con los prejuicios, con el odio hacia aquél que consideramos "diferente", es viajar y leer.
    felicidades

    ResponderEliminar
  5. Precioso ni precioso, tu lo que eres un morboso que te encanta la guerra mamon!!!

    PD: en realidad me ha gustado... y sobre todo "..ni siquiera es aprender, solo olvidar", es tuya???

    ResponderEliminar