martes, 10 de noviembre de 2009

Quisieron la libertad

A veces conviene quedarse con los gestos antes que con los hechos. Aunque sea innegable que nos movemos buscando determinados fines, no es ilógico que termine siendo más importante el medio que la conclusión, la forma que el resultado. Hasta cuando el efecto se alcanza no podemos obviar el proceso, porque en las ideas está el trasfondo.

Y que no signifique ésto que niegue la importancia de la caída del muro en sí, de sus efectos prácticos (que de hecho marca nuestra contemporaneidad), de la desaparición del comunismo per se (a pesar de la pseudo-política china, y coreana, y cubana) y de la estructuración de nuestro sistema económico. Si será todo tan relativo que hasta un hecho que parece ser, en definitiva, beneficioso para la sociedad acarrea ahora unas consecuencias que un sector considera negativas, como la globalización, como la crisis económica, incluso como el liderazgo y la dependencia mundial de una sola magnitud. Aunque a aquellos que creen ésto, también habría que recordarles que, al fin y al cabo, fue también el fin de una guerra.

Pero el nueve de Noviembre no fue “simplemente” el día que cambió el mundo hasta alcanzar nuestra actual situación. Fue mucho más que eso. Fue unión. Fue, paradójicamente, paz. Fue progreso. Fue luz. Y fue, por encima de todo (y por eso hay que reiterarlo), UNIÓN.

Unión porque consiguió aunar varios frentes de forma casi esporádica y con la mayor de las ilusiones, no era la ilusión de tirar el muro lo que hacían que ellos se dirigiesen habilidosamente por las calles de Berlín al encuentro de aquel dique que separó a unos hermanos durante veintiocho años, les movía la libertad, la idea de libertad y el sentimiento de cohesión.
Paz. Y paradójicamente porque se consiguió identificar a un martillo, a una grúa, a un pico y a miles de personas enfervorizadas con la básica idea de destruir, derriba y reventar en uno de los actos más conciliadores de la historia.
Progreso, y cierto, verdadero progreso en conveniencia a la sociedad y a la paz. Donde se consiguió superar las ideologías y las diferencias, sólo en pro de la libertad. Un movimiento que necesitó un pistoletazo de salida, pero que se desarrolló con coordinación a pesar de las dificultades, y todo ello a ritmo de violín.
Luz porque alcanzó su objetivo, el del paso, el fin del oscurantismo, el sol para los alemanes del este, el sol para los alemanes del oeste. El mismo sol para todos los hermanos.
Unión y libertad. Libertad y unión. Todo la misma noche.

Aquel de nueve de Noviembre, a la voz de un “inmediatamente” se descorrió un tupido velo, un pesado telón. El telón de acero.

5 comentarios:

  1. Liberté, egalité y sobre todo fraternité.

    Muy bonito. Creo que la historia nos enseña que antetodos somos hermanos (que cristiano me ha quedao), seamos distintos o no...

    Amen curro

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  2. Probablemente sin algunos de los atenuantes que citas no se hubiera dado el acontecimiento.

    Estoy de acuerdo de que en cierto modo fuera el fin de una guerra, pero desgraciadamente que propició mas de una por el mundo.

    En general está molón.

    Un saludo.

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  3. Que tremendamente guapa te ha quedado la conclusión del texto, porrita.

    Yo no creo que la caída del muro de Berlín propiciara ninguna guerra, sino que simplemente después estas siguiriendo acaeciendo, como buenos humanos que seguimos siendo (aunque después de eso, hay esperanza al menos).

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  4. Directamente no las causaría ese mismo día, pero indirectamente el fin de la Guerra Fría (y durante también) recrudeció guerras en otros lugares. No digo que el hecho que conmemoráis lo hiciese.

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  5. Lo mas importante de todo esto es el hecho de que tantísimas persona con ideologías diferentes, las ignoraran y se unieran para alcanzar ese fin, la unión y libertad. Una gran lección de convivencia.
    me ha gustado mucho curro

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