sábado, 7 de marzo de 2009

El ganador nato

Ganar, ganar, ganar. Triunfar, triunfar, triunfar. Afrontar, afrontar, afrontar. Es alguien especial, se le repiten sistemáticamente las ideas tres veces, una de información, otra de asimilación y una última de insistencia. Los hombres de este tipo son aquellos que carecen de cualquier tolerancia, son gran cantidad de situaciones las que no aceptan, y sin embargo sus lacayos no tienen más que recordar en condición sine qua non todas éstas. Y nadie sabe que le puede hacer satisfacer plenamente, unos aseguran que nunca existirá tal momento, que ni la perfección más absoluta haría ceder a este coronel del deporte ante sus subordinados. Otros se atreven a aventurar que el encuentro con la Diosa Victoria le hace creer en el resto, abandonaría él en primer lugar (siempre él por delante) tal paupérrimo estado, el de la derrota, y con suerte podrán colgarse tres o cuatro de su perfil cuando escape tan pronto sea posible de allí. No, está realmente claro, no lo permitiría. No existe ni la perfección ni sus tres siguientes niveles. Ganar es una obligación, conseguirlo no reporta más que la tranquilidad del que cumple eficazmente su rutina y no hacerlo es algo inconcebible, y sigue siéndolo más a lo largo de su experiencia.

Cumplir, cumplir, cumplir. Batir, batir, batir. Humillar, humillar, humillar. Y se lo recuerdan y no comprende producir tanto interés. A él le enseñaron a ser así, no desfallecer, y liderar y transmitir sus principios. Él es argentino, y aún así no habla castellano, solamente es capaz de comunicarse en un idioma, el de la seguridad y el triunfo. No le importa el rival en absoluto, no es más que un obstáculo al que sobrepasar rápidamente. Cuando quede atrás no será más que algo obsoleto, y cuando esté enfrente habrá que pisarlo (al enemigo...).

Aguantar, aguantar, aguantar. Trabajar, trabajar, trabajar. Rendir, rendir, rendir. Aterriza el Narigón con SU selección en México, las esperanzas que habían servido como aliciente se tornaban de repente en responsabilidades que cargar. Pero eso a él no le importunaba, es más, le motivaba. Paso a paso se cumplían las expectativas, cuanto mayor era la dificultad para el resto más sencillo le resultaba al Jefe. Si tocaba Italia, favorita y actual campeona, y provocaba el pánico en los seguidores de la albiceleste, llegaba y afirmaba que era el partido más fácil que tendrían. Era uno de esos tipos que mueren llevando la contraria, si tú dices negro, él dice blanco. Si te convence y reconoces la blancura, él cambia de opinión y defiende la negrura. Sin embargo, quiere tener plenitud en sus pronósticos, sabe que encender la ira del guerrero puede convertir a un cáustico conjunto en una máquina invencible. La noche anterior al día del encuentro, los componentes de la selección reciben un aviso anónimo, en la puerta del hotel donde se alojan ha sido quemada su enseña nacional, los novatos activan su odio, dispuestos a salir a morir y matar contra los malditos italianitos. Los veteranos no se inmutan, saben categóricamente que el Narigón ha sido el autor de tal suceso. Obviamente sellan sus bocas.

Combatir, combatir, combatir. Derrotar, derrotar, derrotar. Persistir, persistir, persistir. Con él todo es más fácil, tenía razón en su pronóstico. Vencen, y solo una fase le separa de la gloria eterna. Momentos épicos han antecedido a tan importante día, su estrella extendió una mano y convirtió por siempre al aranero en artista, la estrella regatea impasiblemente ingleses con suma facilidad, y convierte al artista en Dios. Todos se confirman y crecen en unidad. Les esperan los temibles germanos, generaciones de argentinos esperan la cita con impaciencia, ni siquiera el grupo campeón del 78, liderados por un implacable matador del área, Mario Kempes, provocó tal inmovilización en el país criollo. Salen lanzados, en el min 70 dominan con claridad y los dos goles de ventaja que señalan el marcador parecen una buena barrera para su confianza. No obstante, dar un sólo segundo a Alemania es caer en su red, el magnífico Rudi Voller iguala la contienda, sendos tantos han sido logrados de la misma forma, a balón parado. Y a cinco minutos del final todo indica que se llegará a la prórroga.

Sufrir, sufrir, sufrir. Y sobre todas las cosas, GANAR,GANAR, GANAR. Estalla Argentina, Burruchaga logra el gol a dos minutos del final, no hay tiempo de reacción. El carácter adoctrinado no yerra en los momentos claves. Se acaban de proclamar campeones del mundo, todo el esfuerzo tuvo su recompensa, las celebraciones de los jugadores son orgásmicamente indefinibles. El vestuario se alza como escenario de las mismas, y en un rincón se halla el Jefe, su cara denota un tremendo enfado, todos creen que no es más que el producto de la emoción. Y corren a buscarlo, decididos a sacarle del shock. Antes de que abran la boca el Narigón se levanta indignado, y haciendo cantidad destacable de aspavientos declara en chillidos: “No me hablen, no me hablen, !nos hicieron dos goles a balón parado!”. La satisfacción había sido efímera, ya pensaba el Jefe en su próximo compromiso, dispuesto a volver a cumplirlo como había prometido, como siempre había hecho. No hay tiempo para la alegría, han de seguir su camino.

Carlos Salvador Bilardo. Genio y figura. Ganador nato.

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