viernes, 9 de enero de 2009

Caucásica estafa

El año que hace poco dejamos atrás pasará a la historia por muchas cosas. En el futuro, será recordado por ser el año en el que comenzó la enésima crisis económica mundial, por la elección por primera vez en la historia de un presidente norteamericano negro, por las Olimpiadas de Pekín, por la estafa Madoff, la independencia de Kosovo o incluso por ser el año en el que Hamilton ganó su primer mundial. Pero por lo que seguro que el 2008 nunca será recordado es por haber sido un año en el que, como siempre, hubo guerras. Nadie parece extrañarse ya de que estas existan, ni de que miles de civiles e inocentes perezcan por su culpa. Las guerras ocupan todos los días los telediarios, ya sea en forma caucásica, atentados en Bagdad, cohetes en Israel o invasiones de la franja de Gaza. En realidad es así, siempre es la misma guerra, sólo que en sitios distintos; y siempre es la misma muerte la que espera al otro lado de la línea de tiro. Aún así, algunas, por su espectacularidad o su magnitud, a veces despiertan el interés general y la gente se ocupa, que no se preocupa, en ellas. Este caso no fue el de la Guerra de Osetia del Sur, de agosto del 2008. Casi todos sabemos que en Georgia hubo una guerra en verano de ese año. Pero hagamos una búsqueda rápida en nuestras memorias… ¿Alguien sabría decir que pasó realmente en esa guerra? La respuesta probablemente sea no. No se preocupen, yo se lo resumo.


Antes de nada, marquemos un breve cuadro contextual. Georgia es un país situado al este de Europa, que limita al norte con Rusia, al sur con Turquía, al oeste con el mar Negro y al sureste con Armenia y Azerbaiyán. Georgia es una antigua República Federada de la Unión Soviética (anexionada a la fuerza, invadida y dividida territorialmente por decreto de Lennin en 1922), con un pasado geográfico difícil y muy variable, convertida en país independiente y soberano hace ya casi veinte años. Aspira desde hace tiempo a entrar en la Unión Europea, acontecimiento que se esperaba ocurriera en un futuro próximo. Desgraciadamente, este país cuenta con una circunstancia particular que no gusta nada a los dirigentes europeos y por la que su entrada en la UE se estaba retrasando: debido al particular origen del país (una escisión precipitada de un territorio tremendamente extenso) cuenta con regiones violentas y fuertemente separatistas: Adzaria, Abjasia y Osetia del Sur. De estas zonas, Adzaria goza desde hace mucho tiempo con un régimen de autonomía casi absoluta, lo que sirvió para contentar a los separatistas y calmar sus levantamientos, no siendo así el caso de Abjasia y Osetia del Sur, donde además últimamente estaba el muy revolucionado el gallinero con el tema de la independencia.


La cosa fue más o menos así: mientras todo el mundo estaba en su casa atento a lo que en Pekín acontecía, un día el presidente georgiano ordenó una invasión militar de la región oseta para suprimir por la fuerza cualquier movimiento independentista y acelerar así su extinción, ya que se esperaba un ingreso en breve en la UE. Esto es claramente ilegal e ilícito, por cierto, ya que se trató de reestablecer el orden constitucional mediante la fuerza, aún dentro de sus propias fronteras. Al ocurrir esto, pasó algo inesperado: Rusia reaccionó con una fuerza desproporcionada y una contundencia insospechada para defender los derechos de ambas regiones independentistas. Así, un tercer país ajeno irrumpió militarmente en el territorio de un país soberano por una causa que no le afectaba directamente. Ni que decir tiene que esto, hablando en la jerga del derecho internacional, está mal. Esto causó gran conmoción a nivel internacional ya que fue algo tremendamente comprometedor para todos. Mientras los aliados políticos de Georgia, la UE y especialemnte EEUU, decían que se trataba de un conflicto interno y no podían intervenir, Rusia atacó con dureza Tiflis (o Tbilisi), la capital georgiana, causando numerosas victimas civiles, así como las militares propias de la contienda. Tras esta intervención, los aliados georgianos vieron como un tercero se metía en el patio de su amigo. Rusia atacó un tercer país con la furia de un perro rabioso y enseñaba rugiente los colmillos a los espectadores, dispuesta a dar caña. Por su lado, los aliados de Georgia realizaron insistentes llamadas a la paz y amplias negociaciones diplomáticas, destacando lo irregular de la actuación rusa, aunque no participaron en el conflicto armado.


Rusia se justificó diciendo que en la región oseta vivía una gran cantidad de población rusa, y que además moralmente se sienten protectores de una región que bien podría ser suya (Osetia del Norte es parte de Rusia, y los osetos del sur esgrimen que se sienten vinculados a ellos y no a los georgianos) y rica en recursos gaseosos, bien ubicada y con puestos en el mar Negro (los de Abjasia, a los que también defendieron). Al final, más de dos semanas después del inicio del conflicto, y tras entre 2000 y 6000 muertos (varían según las fuentes), el presidente Georgiano, Mijeíl Saakashvili, abandonó militarmente Osetia del Sur y pidió perdón por las molestias, eso sí, echando pestes de Rusia y haciendo ver a la comunidad internacional lo que esta había hecho.


Haciendo una arriesgada comparación, podríamos inventar un ejemplo en España para facilitar su comprensión. Imaginemos nuestro país, con su Cataluña y su País Vasco, e imaginemos que un día la situación se sale de madre. Imaginemos que entonces el gobierno existente, para atajar la situación y dar un golpe de efecto, ordena una invasión militar del territorio sublevado. Veamos en nuestra mente unos cuantos tiros, y puede que algún cabecilla del levantamiento casualmente muerto entre el escándalo. Imaginemos ahora que, acto seguido y casi sin avisar, Francia manda unos cuantos aviones bombarderos a vaciar sus vientres a Madrid, unos cuantos tanques por los Pirineos y algunos buques a misilizarnos desde alta mar. Imaginemos, pues, que Francia (o EEUU, o Italia, o Inglaterra) nos da las nuestras y las de los Reyes Godos. Y así, tras unas semanas, el gobierno recula blasfemando y quejándose de la injusticia que se ha perpetrado. Valga el ejemplo, eso sí, salvando las distancias. Pues ni el origen del estado español es tan rocambolesco ni azaroso como el del actual estado georgiano, ni tienen las regiones españolas los motivos de queja y pretextos separatistas que sufren las otras en el Caúcaso.


La guerra fue cruel y murió muchísima gente. Como en todas las guerras. No es mi intención hacer aquí un análisis profundo de la guerra, ni valorar sus consecuencias, que fueron muy negativas, porque ya está hecho en otros textos y sus resultados están ya en las enciclopedias. No obstante, señalaré que los que seguimos atentos el conflicto lo pasamos mal (si es que se puede llamar pasarlo mal a informarse mientras mueren cruelmente militares, civiles, padres, hijos, hombres, mujeres…personas). Lamentábamos profundamente que la gente no fuese consciente de la barbarie que se estaba cometiendo mientras nadie se perdía una medalla de las puñeteras olimpiadas. En la guerra se atacaron colegios y hospitales georgianos, y miles de personas, a ambos lados de la línea de tiro, tuvieron que abandonar sus casas y ciudades para irse al campo o cruzar las fronteras, lejos del fuego enemigo. Busquen en las hemerotecas, hay imágenes de aquello. Los medios, informar, informaban. Lo que no tenían eran lectores.


Tras pasar el temporal, muchos georgianos se preguntaron cómo era posible que EEUU no hubiera intervenido con más firmeza que pedir paz y dar abrazos a Putin en las Olimpiadas (también hay imágenes de esto que hacen que a uno le escueza alguna parte de su cuerpo difícilmente ubicable), siendo un país que se declaraba abiertamente aliado suyo y apadrinaba a Georgia en su abandono de la esfera comunista, teniendo incluso afianzados en el país numerosos recursos económicos. Estas dudas preocuparon a los brillantes mandatarios estadounidenses y decidieron solucionarlas como mejor saben: pagando. Dándole dinero al gobierno georgiano apadrinando así la reconstrucción del país. Una especie de Plan Marshall en pequeñito. Mil millones de dólares, fue la cantidad exacta donada.


Ahí fue donde perdí la pista al conflicto. Fin de la ofensiva y un proceso de recuperación en firme. Dos nuevos estados reconocidos únicamente por Rusia y Nicaragua (no, yo tampoco entiendo que coño pinta aquí Nicaragua, pero en fin) y a los que Georgia se niega a renunciar, disculpas oficiosas rusas y un aviso a navegantes de que, en el Este, mandan ellos. Con Unión Soviética o sin ella. Y así fue hasta que en diciembre vi una noticia en la edición digital del diario El País que me indignó profundamente y me motivó a escribir este texto. La nota, publicada el 21 de diciembre del corriente, se tituló “Diez noticias que pasaron inadvertidas en 2008”, y en ella, el periodista empieza lamentando que hechos más importantes (como las putas olimpiadas, la elección de Obama o el crack económico) relegaran estas noticias y pasasen inadvertidas a la opinión pública, y que los medios y periodistas como él no le dedicasen la atención merecida. El hijo de la gran puta.


La noticia es la siguiente: Estados Unidos donó a Georgia una ayuda de mil millones de dólares (720 millones de euros) para contribuir a la recuperación del país tras la guerra en agosto con Rusia. A pesar de que algunas ciudades georgianas resultaron devastadas por los bombardeos rusos, 176 millones de dólares (unos 126 millones de euros) del auxilio estadounidense se han empleado en préstamos a empresas, de los cuales 30 millones (no especifica si de dólares o de euros) se han invertido en la construcción de un hotel de lujo, el Park Hyatt, en el centro de Tbilisi, una zona que ni siquiera sufrió daños por los ataques rusos.


Qué asco de mundo. {Perdón por el ladrillo}


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