Y es que ésto ha sido tantas veces demostrado.
Corría el año 1988, el Giro transcurría con “normalidad” y se llegaba a la etapa 14. Chioccioli andaba con la maglia rosa enfundada, y los grandes favoritos ocupaban las posiciones perseguidoras. Perico Delgado, que había explotado en Capito Matese pero que buscada una progresiva remontada: Andy Hapstem, un escalador de raza; su compañero de equipo y por aquel entonces promesa emergente Erik Breukink; el también joven Tony Rominger, que dilapidó todas sus opciones al perder 16 minutos en la ascensión a Selvino. y el protagonista y mayor damnificado de lo que sucedería aquel 4 de Junio, Van der Velde.
Las previsiones meteorológicas agoraban una jornada dura, se anunciaba tormenta de nieve y ésto en una etapa de montaña no podía conllevar nada bueno. Aún así, nadie se esperaba el tremendo destrozo sucedido.
La etapa era corta, adaptándose así a su dureza, siendo por lo tanto, en principio, una jornada más de alta montaña. Se subía el Aprica y tras su descenso se tomaba la ascensión al temible Paso di Gavia para lanzar su descenso a la línea de meta. El día se desarrolló con normalidad hasta el inicio del Gavia, una fuga compuesta por dos corredores hasta ese momento. El grupo de favoritos comenzó a moverse a tenor del ataque de Van der Velde, sin embargo, éste último consiguió abrir hueco y ascendió en solitario. Progresivamente la altura va haciendo las condiciones climatológicas más abrumadoras, y determinados corredores optan por subir a ritmo intuyendo lo que podía suceder.
Por detrás de Van der Valde arrancaba Hampstem en busca del triunfo de la general, y sólo podía seguirle el joven Breukink. El durísimo frío iba convirtiéndose en inaguantable y soplaba una gélida ventisca. Si la subida era terrorífica, peor era la bajada. Van der Velde cometió un vital error, no se abrigó en demasía y tras coronar en cabeza sólo pudo aguantar dos kilómetros de descenso. En ese punto decidió parar al ver en riesgo su vida, y fue resguardado por caravanas de los tifosi que por allí se encontraban. Otros ciclistas toman la misma decisión que Van der Velde y deciden dar por finalizada su etapa antes de tiempo, coches que trasladan a corredores hacia la línea de meta y espectadores frotando las manos de los restantes.
Sólamente algunos valientes aguantaron el tirón y pudieron acabar el día de la forma habitual, Hampstem había abierto hueco con respecto a Breukink, pero aún quedaba la reacción de éste último, que fue recortando diferencias y pasó al americano fugazmente para vencer en Bormio sacándole a Hampstem 7” en línea de meta. Van der Velde, el cual había coronado en cabeza con un minuto de diferencia, termina la etapa con respecto al primero a ¡46 minutos!. Van der Velde nunca volvió a ser el mismo tras este día. Las diferencias son abismales y demuestran el error de la comisión del Giro de haber dado vía libre a esa locura.
Las imágenes en Bormio son escalofriantes, ciclistas temblando violentamente, muchos de ellos llorando e intentando desentumecerse ante los terribles dolores musculares. Un día de locos que afectó más que nunca las condiciones anímicas y físicas del corredor.
“Dejé de pedirle Dios que me ayudara, ya me había ayudado bastante dándome el privilegio de competir. En vez de eso empecé a especular lo que estaría dispuesto a negociar si el diablo aparecía”. Andy Hampstem
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Benditos cojones. Sobrecogedor.
ResponderEliminarNueva pena capital hacer correr una etapa de Giro como esa.
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ResponderEliminarbuah que fascinante e increible, que bonito es el ciclismo, esa etapa tubo que ser genial jeje
ResponderEliminarPD: me han entrado unas ganas de coger la bici
Que apología del ciclismo más enorme y que crónica más estupenda. Gracias.
ResponderEliminarPor cierto, vas aprendiendo a poner títulos man
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