Todo en su vida acababa convirtiéndose en un enorme drama.
Los días de lluvia, salía de su portal diciéndose "[Camina con cuidado]", así, entre corchetes, porque era una acotación circunstancial.
Todo en él era una perfecta interpretación, no porque fingiera sus sentimientos, sino que los expresaba en su justa medida. Y los hacía creíbles. Él era una pantalla de cine en la que se proyectaba la esencia de cada gesto en cada situación. Era capaz de transmitir incluso cuando buscaba los céntimos exactos para pagar el bono-bús.
El caso es que él no hablaba solo, sino que hacía un aparte. Él no empatizaba con sus amigos, sino que se stanislavskizaba con ellos. Jamás derramaba una lágrima, porque él prefería verterlas. Y si alguna vez alguien lo vio reírse a carcajadas, mientras tanto él estaba viendo un plano picado que se alejaba y unos créditos que empezaban a aparecer.
No había atisbos, pues, en su universo de la más mínima traza de prosaísmo. Todo en él era lírica. La faz más trabajada del puro arte. La poesía de un señor que cruza la calle, la belleza de un estropajo frotando la sartén, el alma del que saluda mecánicamente en el ascensor. Estaba poseído por una exhaustiva ingeniería del gesto.
Cada novia a la que se declaró, fue testigo de una obra de arte. Cada vez que celebraba un gol, merecía un aplauso.
Una vez, un amigo se le acercó diciendo "Oye, tío, tengo que decirte algo", a lo que contestó con una sonrisa de bienvenida: "Tú dirás". "Pues... verás...", un gesto paciente acompaña al "Sí, dime". "¿Te acuerdas del artículo que escribiste hace un par de semanas?", sonrisa que se hiela y pierde el alma de estar tanto tiempo expuesta: "Ajá", "Pues es que se lo enseñé el otro día a un conocido de mi primo, que es columnista...", cejas que se arquean y gesto que se relaja: "Ah, está bien. ¿Y le gusta?", "Le encanta. Mucho. Oye... ¿tú lo habías registrado?", semblante algo desencajado empezando a tornarse serio: "¿Qué ha pasado?", "Nada, es que...", rictus.
"Mira, sales en el periódico". Pausa dramática previa a una enfatización: "Tu puta madre".
P.D: Esto está una mijita muerto.
"Esta sociedad social y mediatizada a veces nos empuja a ver nuestras vidas como películas"
viernes, 22 de enero de 2010
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El teatro, un tema antoniano por excelencia. Me ha encantado la descripción del personaje XD
ResponderEliminarQue molón te ha quedado tío. A ver si aprendo con esto a darle continuidad a las frases.
ResponderEliminarGracias primo.
Me ha encantado, coprendo la profondidad del personaje, aunque no acabo de entender la motivación que le lleva a soltar un exabrupto al final del tercer acto en lugar de un "men-trouis-par". Será que tengo sucias las gafapastas.
ResponderEliminarxD En serio, genial!!
Exacto, el de antes era yo
ResponderEliminar"La poesía de un señor que cruza la calle, la belleza de un estropajo frotando la sartén, el alma del que saluda mecánicamente en el ascensor"
ResponderEliminarcrema :)
CnC-6
Rafa, tan antoniano es el tema que la frase que he usado es como empezaba mi primer texto serio en mi espacio (de hecho, mi primer texto serio).
ResponderEliminarY ya sabes lo mucho que me gusta rememorar esa época.
Oye, primo, me habrá parecido a mí, pero creo que me has elogiado y me has dado las gracias en el mismo mensaje.
Y me tienes prendado :P.
Gracias, Pedro, pero creo que te convendría tomar algo para eso de tener personalidad múltiple.
Y el protagonista no dice esa frase porque el autor del relato no la conoce en absoluto. En cambio la que dice...
Ay, Cenci, si es que eres un amante del arte de lo cotidiano y un apasionado del costumbrismo.
Y además eres monísimo.
Me gusta, fundamentalmente por original y por la descripción del personaje, aunque me quedo con el texto de la batalla ajedrecística, que paso a comentar.
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