Algo más serio para lo que usualmente se mostraba ante sí mismo (con los demás era bastante más reservado), quizá motivado por la preocupación o puede que provocado por la estación, es que no soportaba el Otoño, la lluvia golpeaba la tubería externa, un ruido estrepitoso, nada recomendable para la concentración del científico. Eran pequeños detalles que iban superando al estancamiento, la progresión sin avanzar, la representación del peor de los castigos (de momento).
Que la barba nace de la desesperación, que es Invierno aunque puede que no del mismo año, por eso ya no importa la ventana, ni la lluvia, ni él. Sólo se sabía que seguía trabajando, se le oía desde detrás de la puerta, y sin embargo ni siquiera él sabía ya en qué. Al azar, sin su orden y sin nuestro orden, ya ni la obsesión posibilitaba la mejora, ya era tarde, ya no saldría jamás.
Y con la Primavera se confirmó, no habría teoría cíclica, el científico dejó de trabajar, ya no podía seguir, no importaba lo demás, había dejado de pensar. Se sentó y paró. Nunca más lo volvió a intentar.
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Oda al científico sin vocación, porque un científico impaciente es un científico derrotado. Además, me cae muy mal porque no le gusta la lluvia xD. En serio, a ese hombre no se le ve agusto con su trabajo en realidad... debe ser de la UCA
ResponderEliminarMuy chulo, Curro. Me ha resultado algo lioso en algunos puntos del texto, pero me ha molado mucho el recurso de las estaciones.
ResponderEliminarMuy original la manera de escribir y de expresarlo. Felicidades, disidente.
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