lunes, 20 de julio de 2009

Demogracia

¿Derechos? ¿Qué derechos? No podía quitarme de la cabeza esa pregunta anoche cuando me acosté. Ya sabía que la mano de la Kanorra es larga, poderosa y oscura, pero no me imaginaba realmente hasta dónde podía llegar. O al menos no me atrevía a creer que sería tan larga. Craso error. Todo sucedió ayer, en la feria. Íbamos a entrar en una caseta unos cuantos, cuando el portero nos negó el acceso y nos dijo que estaba limitado a mayores de veintiuno. Entonces una de nuestras amigas les dijo que eso era ilegal, pero que además quería ver los derechos de admisión del local, que en cualquier caso no serían válidos ya que no se encontraban expuestos en la entrada del mismo. El portero nos dijo que de eso él no se encargaba y que se limitaba a cumplir órdenes, y que nos fuéramos de allí. Así que le pedimos la hoja de reclamaciones para poner una queja. Y ahí empezó la noche.

El portero nos instó a salir de la cola, a lo que nos negamos mientras no nos sacase la hoja de reclamaciones. Entonces vino un compañero suyo que nos sacó de ahí y nos llevó a un “reservado” junto a la salida -pero por fuera-, todo esto con muy malos modos y mucha arrogancia por su parte. Poco a poco mis amigos se fueron yendo -“al final no vamos a conseguir nada, así que no importa que se salgan con la suya, tú no te amargues la noche”- y nos quedamos sólo tres. Empezamos a discutir con el tío aquél y nos dijo que él no nos iba a sacar las hojas y que llamaría al dueño del local. Y se fue y no apareció en media hora, tiempo que aproveché para ir a la policía. Para qué.

Me encontré con una patrulla de la Nacional que me dijo que ellos no se encargaban de eso y que fuera a ver a los de la Local. Y cuando fui, me dijeron que en feria ellos no se encargaban de eso. Que había un convenio por el cual las quejas de ese tipo que se produciesen en feria tenían que presentarse directamente en la oficina de atención al consumidor, que tenía una sucursal en la feria misma. “¿Puedo ir ahora?”, pregunté. “No, porque es de noche y está cerrado. Tiene que ser en horario de oficina”. Calculen, era sábado por la noche. “Pero es que ahora mismo alguien está vulnerando mis derechos y yo lo estoy denunciando a un policía, ¿y usted me dice que no va a ir nadie?”. “Está dentro del convenio, lo siento. No tenemos efectivos suficientes para ocuparnos de todas esas cosas en feria, ahora hay otros métodos”. Y así me vi en el recinto ferial, lleno de policías y con leyes escritas, y ni uno sólo dispuesto a mover un dedo por hacer cumplir mis derechos. Ya sea porque no quisieran o porque no pudieran.

Cuando volví a la caseta en cuestión mis amigos seguían en la puerta esperando, y al vernos allí tanto tiempo, por fin, salió el encargado. Tres cuartos de hora de reloj estuvimos hablando con el sinvergüenza aquél, y al final me dijo textualmente: “Mira, no te voy a sacar la hoja de reclamaciones porque no me da la gana”. Y si no te parece bien, llama a la policía, a ver que pasa. Antes de todo eso apareció por allí un portero diciendo que no me había dejado entrar porque estaba muy alterado -un portero que no fue el que me negó el acceso a la caseta, curiosamente- , otro le dijo a mi amigo que no le dejaba entrar porque daría positivo en un control de alcoholemia de carretera, otro dijo que se había sentido amenazado por mí, el encargado dijo que le había levantado la mano, uno dijo que yo no había querido dialogar con ellos, el dueño me dijo que si no él no estaba de acuerdo con el motivo de la queja no me sacaba la hoja… Y por último le dijo a mi amigo que si iba a la noche siguiente, a él si le daría la hoja de reclamaciones, pero que a mi no me la daría porque yo estaba demasiado “alterado”.

Después del incidente aquél no tenía ganas ni ánimo de estar más tiempo allí, así que nos fuimos a casa –eran las seis de la mañana, tampoco fue gran pérdida- con una terrible sensación de desazón e impotencia. Así funcionaban las cosas, al menos en San Fernando. Sin embargo, no todo estaba servido aquella noche, porque al llegar a mi calle vi como numerosos coches estaban aparcados ilegalmente ocupando paradas de taxis, líneas amarillas, carriles de circulación y aceras. Y ni uno sólo de ellos tenía una multa en el parabrisas. Podía ser debido a dos cosas, o que el ayuntamiento no quisiese espantar a la clientela de la feria haciendo cumplir la ley, o que no hubiese efectivos policiales suficientes para vigilar aquello ya que estaban demasiado ocupados haciendo cumplir derechos y deberes en la feria.

Un sistema que no contempla las mismas leyes para todos, todos los días del año y en cualquier circunstancia, es un sistema injusto. Es una estafa y es una mierda. Y eso es lo que tenemos aquí y lo que comprobé yo el sábado por la noche. Una población en la que las leyes se cumplen según el contexto lúdico-festivo y económico de la ciudad, es una población gobernada por una mafia. Una ciudad en la que te multan –nos multan- por retrasarnos cinco minutos al cambiar el tiquet de la ORA, pero en feria te permiten dejar el coche boca arriba en doble fila, es una ciudad negra. Una democracia basada en unos ciudadanos que creen que tienen derechos, pero que después no son hechos cumplir por nadie, ni es democracia ni es nada. Es un mafiazo. El mafiazo de San Fernando, tan de largo conocido. Un esperpento y una burla. Daría hasta risa, porque es de chiste, si no fuera porque no tiene la más mínima y puñetera gracia.

4 comentarios:

  1. Shhh...relájate. Shhh...take it easy. xDDDD

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  2. Ojalá no me dejaran entrar a una caseta o a una discoteca NUNCA.
    Por otra parte es lo de siempre. Y ten en cuenta que por muy dignos y demócratas que nos pongamos, erais los típicos niñatos despechados en la puerta de la caseta. Ni el primero, ni el último. Ni aquí, ni en cualquier otra parte.
    ¿Injusto? Mucho, como lo de los coches en la puerta de tu casa.
    Lamento que eso te produjera (¡OJO!, con j) dolor de cabeza y ardores estomacales, pero no nos queda sino acostumbrarnos.

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  3. No es solamente en San Fernando, ocurre en toda España.¡ánimo!

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  4. Completamente de acuerdo con antonio ! solo nos queda acostumbrarnos...

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