miércoles, 14 de abril de 2010

Como cada martes o cada jueves

Como cada mañana de martes y jueves, en el tren.
Como cada mañana de martes y jueves, solo.
Como cada mañana de martes y jueves, con un libro.
Como cada mañana de martes y jueves, bajando ligeramente el libro, escuchando y viendo, la fijación y el detalle, y las historias de un día.

Diferente a cada mañana pero a martes o a jueves, un hombre mayor, calculo de unos sesenta años, sentado enfrente de mí, yo en la derecha y él en la izquierda. Viste uniforme, jersey y pantalón azul oscuro y una camisa celeste. Lleva un busca en la pernera siniestra y una plaza identificativa. Jaime Lizarrán, secretario médico, reza con exactitud la misma. Gafas especialmente redondas completan una figura peculiar pero nada llamativa.
Y un agitado respirar, que siendo sincero, me molesta.
El sol entra progresivamente en el vagón ayudando a facilitar el sueño y un leve murmullo funciona como hilo musical. El secretario se ladea exageradamente y captura de su bolsillo posterior lo que parece ser un arrugado trozo de papel. Echa mano al maletín para coger el bolígrafo. Todo comienza a tomar tintes lógicos, el papel no es más que un fragmento del Viva Jerez que parece tener un sencillo sudoku. Vuelta a lo de siempre, sigo con T. Capote.
El sol se marcha con la curva de Las Aletas y de nuevo un cambio de carácter a mi alrededor, han pasado quince minutos y me he desconcentrado, a dejar de leer, a seguir observando. Casi ningún nuevo invitado en el vagón, se han vaciado los asientos contiguos y el secretario sigue en el mismo lugar, bolígrafo en mano y con el sudoku apoyado en el muslo izquierdo. Justo en ese instante parece comenzar a desesperarse, suspira sonoramente tras tachar por tercera vez una de las casillas superiores. Dos gotas de sudor le resbalan por la frente, fruto del sudor y del calor del mediodía. No parece resarcirse y se retuerce con discreción, calculando forzosamente y comprobando ese laberinto numérico donde parece haberse quedado definitivamente bloqueado. Confirma su angustia con un gesto característico, alejando el pasatiempo de su anterior punto de apoyo y levantando la vista, hacia la ventana, allá donde no hay cifras. No hay manera, algo tiene que hacer.
Entonces aparta la mirada de la ventana y hace un repaso general de su entorno, como el que silba antes de cometer la indecencia, la mirada de reojo le señala. Se escora y comienza a girar el trozo de papel en busca de las soluciones, y cuando tiene a tiro de piedra las cifras faltantes de repente le cambia el rictus, en un ataque de orgullo contenido aupa la cabeza, mira hacia delante y tras lanzar el bolígrafo a la maleta hace añicos el trozo del periódico, agita las trizas con ambas manos y las introduce en uno de sus bolsillos.
El secretario se ha ganado mi eterno respeto.

4 comentarios:

  1. Como ya dije en un extensísimo comentario que nadie se molestó en leer, estás desarrollando un muy buen gusto por el relato costumbrista y por el retrato de personajes.
    Me mola el camino que has escogido, la verdad.
    Muy buen texto, porra mía.

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  2. Qué tío más wasto XDXD

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  3. Me ha parecido un relato SENSACIONAL Curro. Simple y jodidamente genial. No sé que más decirte, porque es que ya te lo ha dicho todo Antonio. Y así pienso yo.

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  4. Me quito el sombrero, magnífico.

    Además fusionas el retrato del personaje del que habla Antonio con el hecho que transcurre en el propio texto de una manera magistral.

    Enhorabuena y sigue así.

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